viernes, 23 de febrero de 2018

II Domingo de Cuaresma

II Domingo de Cuaresma      Año B                                                                       Mc 9, 2-10
“Después de seis días” podría ciertamente referirse a su anuncio de la pasión y la resurrección (Mc 31,33), pero como en el mismo anuncio de la pasión Él dice que “después de tres días resucitará” (8,31) quizás en la manera de contar los días quiere ser aún más exacto que simplemente referirse al anuncio de la Pascua, de hecho en el Evangelio de Marcos se encuentra tres veces la expresión ‘después de tres días’ y siempre se refiere a la resurrección. Pero en el Capítulo 14,1 encontramos la expresión ‘después de dos días’, que indica justamente el tiempo que pasa entre la decisión de matar a Cristo y su muerte.  El día de la muerte queda aislado como “el” día (Mc 15,33-37), por lo tanto tenemos dos días más uno y más tres. Seis días que encierran todo el misterio pascual de Cristo. Después de estos días Cristo aparece en la Transfiguración, como envuelto en la luz.  El sacrificio de sí mismo en el amor es el paso del resucitado al Padre.  Al final los apóstoles ya no ven ni a Elías ni a Moisés sino sólo Cristo en quien se cumplen la ley y los profetas. Él es quien al fin será todo en todos.
El término “metamorfosis” de hecho quiere decir ‘más allá de la forma’ y no simplemente cambiar la forma.  Quiere decir hacer ver la verdad de la persona que no está circunscrita a la forma en que la vemos, pero que está en el misterio que atrae más allá de la apariencia inmediata.  En estos seis días, o sea desde la decisión de que debe morir, su pasión, la humillante crucifixión y la muerte, la sepultura hacen ver un real fracaso. Si después además se subraya que Él tendría que ser el Salvador del pueblo y el Mesías esperado por generaciones, no es sólo su fracaso sino el derrumbe de las esperas y de las esperanzas de todos.
Cristo, en cambio, llevando a los discípulos sobre el monte quiere cambiar los puntos de vista de sus ojos, la perspectiva.  No se trata de mirar con los ojos humanos sino de ver la humanidad del Hijo con los ojos del Padre. Quien mira a Cristo sólo con los ojos humanos, aún con la imaginación de la espera del Mesías través de las generaciones no logra leer el don que Dios Padre hace en su Hijo a la humanidad.  Se trata de superar la perspectiva que tiene su origen en el hombre, o sea de la llamada tercera dimensión y de acoger la perspectiva que nos llega desde el más allá. Esta no es una perspectiva simplemente dada vuelta, sino que es una perspectiva agápica, que razona según el don de sí mismo.  La perspectiva de los deseos y de las esperas en cambio es una perspectiva que se orienta a uno mismo, o sea el sujeto quiere algo para sí, la salvación para sí.
De esta manera se centra el aspecto de preparación con el cual Cristo inicia a los Apóstoles a leer la lógica de la comunión, de filiación, a través de la cual también la humanidad será vivida por el Hijo a la manera de Dios. De hecho, después de la Transfiguración, en los capítulos sucesivos, el evangelista propone de manera radical un vuelco de la lógica. El Mesías no es uno que ha venido para satisfacer las necesidades inmediatas de nuestra naturaleza humana precaria, herida, que busca salvarse, sino que vino para donar a los hombres un modo de vivir la propia naturaleza humana, o sea la propia humanidad de modo filial.
Por lo tanto, en cierto sentido hay que estar de acuerdo con el gran Gregorio Palamas que junto con algunos Padres sostiene que el milagro que se dio en la mirada de los Apóstoles es que al fin podían ver cómo es la humanidad cuando se vive como hijo. Ellos son los destinatarios de la transfiguración, los que logran ver que en este valle quien se entrega y se deja moldear es el que pierde, sobre el monte es el Cordero triunfante que en el Apocalipsis (5,6) Juan describirá como la única fuente de luz de la Jerusalén celestial. 
El Salmo 104,2 describe el Señor “envuelto de luz como de un manto”. El color blanco que ningún hombre de esta tierra es capaz de fabricar corresponde al color de la gloria de Dios en el Apocalipsis.  El Apocalipsis que es el libro de los colores indica el blanco como el color de la manifestación de Dios en el cumplimiento de la historia (20,11; 14,14).  El color blanco del trono de Dios, o sea su poder y su gloria revisten a los que en la historia han actuado y vivido según la lógica filial, relacional, agápica, o sea según la perspectiva del monte. “Uno de los Ancianos tomó la palabra y me dijo: "Esos que están vestidos con vestiduras blancas ¿quiénes son y de dónde han venido?" Yo le respondí: "Señor mío, tú lo sabrás." Me respondió: "Esos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del Cordero. Por eso están delante del trono de Dios, dándole culto día y noche en su Santuario; y el que está sentado en el trono extenderá su tienda sobre ellos.”(Ap 7,13-15)
De aquí se ve claro que el protagonista de la vida del hombre no es el hombre sino la relación, es el amor que transfigura nuestra humanidad.  Cristo no se ha transfigurado, sino que fue transfigurado.  No se trata de plasmarnos a nosotros mismos según una forma vencedora, según la moda del momento sino dejarse amar por Aquel cuya sangre hace blanca nuestra humanidad, o sea manifestación de la gloria de Dios, de su amor, lugar de su presencia y revelación.  Cuando siendo amados se ama, nuestra humanidad se transfigura y se hace teofánica.

P. Marko Ivan Rupnik

viernes, 16 de febrero de 2018

I Domingo de Cuaresma


I Domingo de Cuaresma     Año B                                                                                                                               Mc 1,12-15


Estos pocos versículos son los que Marcos reserva para las tentaciones de Jesús, pero con algunos detalles que resultan muy iluminadores.
Jesús es llevado al desierto por el Espíritu, por esto el desierto está en el proyecto de Dios; no es un mal que llega necesariamente y hay que soportar , sino que está dentro de la visión de Dios. Es por tanto un buen signo si somos tentados, como decían muchos padres, quiere decir que estamos vivos espiritualmente y se nos asegura de alguna manera que estamos en el camino justo, en el camino del Señor y que estamos cerca de Él.
El participio pasivo presente que se usa aquí para decir que Jesús era tentado –y que no es correcto desde el punto de vista gramatical- se encuentra en otros textos de la Sagrada Escritura cuando se quiere expresar una acción que dura permanentemente o sea en este caso el hecho de que Cristo fue tentado, quiere revelar que esta es la realidad del hombre espiritual.
No deja de tener su importancia también esta imagen celestial de Jesús en medio de las fieras y los ángeles que recuerda un poco el Edén, el inicio de la humanidad: cómo fue tentado el hombre al comienzo así también Cristo de alguna manera en este escenario podría recordarnos esos tiempos originarios en donde la humanidad toma conciencia de sí misma de manera dramática justamente a través de la tentación.
Este colocar a Cristo Hijo de Dios que es verdadero hombre entre las bestias salvajes y los ángeles pone en evidencia que el verdadero hombre no vive según la naturaleza sino según el amor filial. Y que los ángeles, que son creación en relación y también personal son una ayuda para la existencia filial del hombre. El desierto es el lugar que hace sentir todas las necesidades de la naturaleza, también de la naturaleza humana. Es fácil pensar y reaccionar de acuerdo a las demandas de la naturaleza que son apremiantes y no dejan libre a la persona.  La tentación es justamente la prueba de esto: someter a la persona a las necesidades de la naturaleza, a sus leyes inmutables, incluso empujando al hombre a servirse de las fuerzas invisibles de la creación para satisfacer las necesidades de su naturaleza.  Usar Dios a favor de la propia naturaleza en vez de llegar a la comunión personal de amor con Él.  La carta a los Hebreos, en el tercer capítulo, cita el Salmo 95: "No endurezcan sus corazones como en Meribá, como en el día de Masa en el desierto, .allí me desafiaron sus padres y me tentaron, aunque habían visto mis obras".
En el Capítulo 17 del Éxodo se describe en qué han puesto a prueba al Señor. Dios está haciendo de ese pueblo un pueblo libre mientras ellos lloran por lo que su naturaleza percibe como una apremiante necesidad que no es satisfecha. Dios los está educando para vivir a la escucha de su Palabra o sea vivir en relación con Él, de elegir caminar con Él, y ellos reaccionan según las necesidades de la naturaleza pidiendo el agua y los alimentos, sin embargo ellos han visto las obras que Dios cumplía a favor de ellos de modo que tuvieran siempre todo lo necesario para continuar el camino.
Este es de hecho el escenario de la lucha en el camino espiritual.  Olvidar las gracias recibidas, olvidar la filiación recibida y comenzar a seguir un razonamiento según alguna necesidad de la naturaleza que se apoya sobre el yo, aislado, individual, que se siente amenazado y por lo tanto tiene que afirmarse.  El tentador usa nuestra naturaleza como palanca para hacernos caer.  Después de haber llegado a ser hijos volver a ser esclavos de nosotros mismos. En realidad la palabra Satanás quiere decir justamente esto. Una de las primeras veces que encontramos esta palabra es en 1 Sam 29,4, donde así se lo llama a David (... los príncipes de los filisteos se irritaron contra él y le dijeron: "Manda regresar a ese hombre (David) y que se vuelva al lugar que le señalaste. Que no baje con nosotros a la batalla, no sea que se convierta en nuestro adversario durante la lucha).  David se ubica en la parte posterior de las filas filisteas y el comandante filisteo dice que, aunque parece ser un amigo suyo, hay que sacarlo no sea que durante la batalla él se revele como Satanás o sea el adversario que desde golpea atrás, desde la espalda.  Y Satanás puede actuar a través de las personas como aparece en diversos pasajes del nuevo testamento. Ver en Mc 10,33 donde habla por boca de Pedro: “Porque tú no hablas según Dios, sino según los hombres”, o sea no hablas desde la relación filial con Dios sino como un hombre aislado y sujeto a una mentalidad según la naturaleza, o sea según la autoafirmación, o sea según el suceso, el poder, la fuerza, el camino fácil, etc.
Hoy nuestra mentalidad está permanentemente tentada a través de una preocupación por nosotros mismos según la naturaleza.  Son pocas las cosas que confirman al hombre en la creencia que la relación es la verdadera ontología de la persona y que esta se realiza en el único amor que es el mismo hacia Dios, hacia los hombres e incluso hacia la creación. El hecho de que los ángeles asistían a Jesús nos lleva a darnos cuenta de que hay toda una creación invisible, un mundo auténticamente espiritual, o sea que existe en relación, creado por Dios para que sea un mundo amigo del hombre.
Este podría ser un camino interesante para la cuaresma, o sea comenzar a sensibilizarnos de la existencia de un mundo invisible con el que contamos poco, sobre el cual conocemos poco y al cual la mayoría de las veces estamos desatentos y ni siquiera lo recordamos.
También porque la cuaresma es el tiempo que nos prepara a la Pascua, lo que significa que para ver la pasión, la crucifixión hay que tener una mentalidad agápica, en relación, de amor filial porque caso contrario rehusamos pensar que este es el lugar de la verdad y de la revelación suprema de Dios y del hombre. Por esto hay que trabajar sobre la mentalidad. “Conviértanse y crean en el evangelio” “metanoia” ir más allá de nuestra mentalidad y pensar según el amor de Dios Padre confiándonos a Él.  Pero hay que trabajar también sobre los sentidos a fin de que viendo la pasión de Cristo no se rebelen sino que sean capaces de reconocer el amor.
P. Marko Ivan Rupnik




viernes, 9 de febrero de 2018

Sexto Domingo

Sexto domingo del Tiempo Ordinario     Año B                                                                     Mc 1,40-45

Un leproso era considerado prácticamente como un niño nacido muerto, dice el libro de los Números o el Segundo de los Reyes. En general la lepra era presentada como un castigo de la justicia de Dios, como consecuencia de un pecado que solamente semejante castigo podía satisfacer, y ese pecado podía haber sucedido hacía muchísimas generaciones.
Este leproso se acerca a Jesús poniendo en riesgo su vida, en vez de gritar, como prescribía la ley, que se alejaran de él porque es impuro, como estaba prescrito, él pide ser curado.  Por cierto que tiene la seguridad que si Jesús quiere puede sanarlo y que: “aunque seas un Señor poderoso, juzgas con moderación y nos gobiernas con mucha paciencia, porque eres libre de intervenir cuando quieras." (Sab 12,18).
Sabe muy bien por el Antiguo Testamento que cuando Dios extiende su diestra golpea, pero en su misericordia puede usar su brazo para purificarlo, aunque se encuentre fuera de la ley. Y Cristo responde: “Sí, lo quiero” (Mc 1,41). ¿Qué quiere Cristo? Que ninguno de estos pequeños se pierda, quiere atraerlos a todos hacia Él. Y después hace un gesto que de por sí no era necesario, porque Él ha sanado a menudo sólo con la palabra. Aquí lo toca, en una evidente provocación, ahora Él también ha quedado impuro. (Cfr. Lv 5).
Sin embargo Él lo toca porque la distancia que se había creado era absoluta (Cfr. 2 Re 5; Lv 13,45) y el hecho de tocarlo lo hace a Él condenado por la ley, y es verdad que Él ha venido a rescatarnos de la ley (Cfr. Gal 4,5) y tendrá que morir (Cfr. Jn 19,7).  Jesús se ha puesto en el lugar del pecador, se lo encuentra en lugares desiertos, lejos de la gente, como hacen los leprosos y sin embargo todos se llegan a Él en el lugar del pecado, donde están los pecadores.  Pero cuando Cristo se pone en el lugar del pecado y del pecador atrae a todos hacia Sí: “Cuando sea levantado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí” (Jn 12,32). A Él que no conoció pecado Dios lo trató como pecado a favor nuestro para que nosotros pudiéramos llegar a ser por medio de él justicia de Dios (Cfr. 2 Cor 5,21).   Un vuelco total, no es el pecador que con su enfermedad satisface la justicia de Dios, sino es que Dios mismo que asume el pecado del hombre y su condición pecadora para unirlo a Él.
Envía al leproso a testimoniar ante los sacerdotes (Cfr. Mc 1,44) ante todo porque como tales deberían deducir que así como la lepra sólo la puede curar Dios, entonces Cristo, que lo ha sanado es Dios, y después para decir que Dios no es ni de lejos como ellos enseñan.  Dios no carga pesos sobre los hombros de nadie para hacerlos estar peor de cómo cada uno está.
El leproso pide la purificación, o sea pide ser admitido a la presencia de Dios, de ser sanado o que le sea quitado el pecado que es el origen del desastre en el cual se encuentra viviendo según la concepción religiosa que ellos tenían. Y no puede callar, Cristo le pide de no decirlo a nadie porque sabe que no comprenderán o mal interpretarán el hecho tomándolo por un taumaturgo, pero el leproso en este caso no puede no proclamar el mensaje del acontecimiento que ha sucedido. El leproso no puede dejar de decir que Dios actúa, sobre quien es frágil, débil, excluido, sobre él es que se posa un amor pasional, visceral de Dios, o sea que este es el mensaje: Dios está cerca de todos los que están mal, no sólo que está cerca, sino que tiene un amor pasional, visceral, como el de una madre que se conmueve por el mal que puede padecer el hijo.
Y como Él es el Hijo de Dios hecho hombre, a todos los que lo desean Él los acoge como si fuese una fuerza, como un imán, que los atrae. En la acogida del pecado es la divinidad que acoge la humanidad herida, que está dañada como un leproso, pero está deseosa de ser curada. Es la humanidad misma que no tiene que estar ya sana para acercarse a Cristo sino que desea que el Señor la acoja, y que desea poder acogerlo. Es simplemente una invocación, nosotros estamos bajo esta lluvia del amor pasional de Dios.

En todo el Evangelio los que piensan que todo lo pueden hacer solos son los que se oponen a Cristo y en todo el Evangelio Cristo está rodeado de los que no pueden y admiten que no pueden nada y están tirados, es entonces un dar vuelta criterios desde el comienzo del evangelio de Marcos que nos hace ver que el Reino de Dios está cerca                        P. Marko Ivan Rupnik


martes, 6 de febrero de 2018

Quinto Domingo


Quinto domingo – Tiempo Ordinario 
Año B        
Mc 1,29-39

Con el evangelio de hoy se concluye lo que los exégetas llaman una típica jornada de Cristo, y nos asombra que sea justamente el sábado, día de reposo observado también por Dios y por esto la máxima prohibición para los hebreos.
Estaban prohibidos 39 trabajos que eran necesarios para el Templo, multiplicados por 39, o sea 1521 trabajos que no se podían hacer en día sábado.  Y en esta jornada “típica” se repiten varias veces palabras como “demonio” (Cfr. Mc 1,32; 1,34.39) y “enseguida” (Cfr. Mc 1,3.10.12.22) que Marcos usa para poner en evidencia de qué modo Cristo comienza su misión.  Enfrenta todos los miedos y las precauciones sobre la impureza que se fueron agregando a través de los siglos, Él se dirige directamente a visitar a una enferma, una mujer, la toca, la toma de la mano y la levanta. (Mc 1,29-30 Jesús cura a la suegra de Pedro)
La palabra usada es la que aparece en el relato de la resurrección de la hija de Jairo (Mc 5,41) y que volvemos a encontrar en las cartas de Pablo para la resurrección de Cristo.  Es sábado y Cristo está dando a esta mujer una vida nueva, con una calidad nueva, una vida en la cual Dios está cerca, llenando así el vacío creado por la religión entre el hombre y Dios.  Cristo se revela como un sumo sacerdote totalmente unido al pueblo, totalmente solidario con el pueblo (Cfr. Heb 2,14; 4,15).  Él se acerca a la gente, entra en su casa, desde la sinagoga a la casa, de los que piensan ser justos a la casa de una enferma.  Y le da una vida nueva porque Dios se ha hecho tan cercano que ella sólo porqué ha recibido esta vida lo puede servir sirviendo a los otros (Cfr. Mc 1,31), a todos los que han venido, no sólo Él.
Dios se ha hecho tan cercano que para ella casi no hay distinción.  Con la encarnación si quieres hacer un gesto de ternura a Dios en realidad lo tienes que hacer al hombre.  La palabra servir, es ese “diakonein “que encontramos varias veces (por ejemplo cfr. Mc 10,45) que de por sí pertenece a Dios que ha venido a servir, el servicio pertenece a Dios, por lo tanto el hombre sólo cuando ha sido sanado, salvado, hace los gestos de Dios, gestos de la divino humanidad que el hombre no redimido no puede hacer porque su propia voluntad se esconde detrás del gesto del servicio.
Y después viene la noche, -que en el evangelio de Marcos es siempre un momento dramático- aparece el mal, termina el sábado y la gente se mueve. Se ve que de todos modos la sinagoga ha dejado un signo. Marcos usa justamente el término sinagoga para decir que se congregan delante de la puerta de la casa de Pedro, seguramente pensando que Cristo sea una nueva sinagoga, mucho más poderosa, mucho más fuerte, mucho más eficaz.  Todavía son esclavos de la ley y solamente a la tarde, terminado el sábado se permiten llevar no a los enfermos sino exactamente según dice el texto a “los que estaban mal” (Cfr. Mc 1,32) que es la misma palabra usada por Ezequiel 34, cuando relata que Dios se enoja con los pastores porque las ovejas sufrían por culpa de ellos (Ez 34,4)
No entienden que Cristo está trayendo algo totalmente nuevo, Él se da a sí mismo y ellos quisieran que simplemente cumpliese signos que demostrasen su poder taumatúrgico para curar las heridas del hombre viejo.  Cristo vino para regenerar al hombre y darle una vida nueva, vino para revelar al Padre, a fin de que todos pudieran conocer al Padre y vivir como hijos, libres, con Dios en medio de nosotros, el Hijo de Dios es quien comunica la vida del Hijo (Cfr. Jn 20,31; 10,10) y no alguien que hace milagros, es por esto que se retira, va a hacer oración (Cfr. Mc 1,35), se dirige al Padre, está con el Padre, porque esta es la relación que quiere revelar al mundo, para poder descubrirse hijos. 
Es una distinción muy sutil cuando, para decir que Pedro lo sigue, usa la misma palabra que en el Éxodo dice que el ejército del Faraón se pone tras las huellas de Israel, y esas palabras “todos te buscan” (Mc 1,37) de la misma manera da a entender un contexto enemigo, adversario (Cfr. Mc 14,1) lo buscan, tanto Pedro como los otros, para hacer de Cristo ese rey que puede responder a las necesidades de ellos, el que satisface lo que él hombre quiere, desea, una especie de religión mejorada. “Ustedes no quieren venir a mí para tener vida” (Jn 5,40)

Es por esto que se aleja diciendo literalmente “Para esto he salido” (Mc 1,38), no dice para esto he venido.  He salido de Cafarnaún, he salido porque allí dentro no se puede hacer nada.  Es por esto que va a llevar el mensaje a otros sitios.                                  P. Marko Ivan Rupnik

Cuarto Domingo

Cuarto Domingo del Tiempo Ordinario - Año B  

 Mc 1,21-28

Cristo ha llamado sus primeros discípulos y hoy comienza su misión de Mesías. Es significativo que comience justamente desde la sinagoga, el lugar sagrado, privilegiado de la religión judía porque hay allí dentro un demonio, pero de tal manera solamente insinuado, que nadie se da cuenta hasta que entra Jesús.
Es un espíritu impuro que habita los lugares de la muerte, tiene que ver con la muerte porque es un espíritu de desconfianza, espíritu de separación, de incompatibilidad.  Así como también Moisés hace una lista de las cosas impuras, o sea de las cosas separadas en su interior que Moisés no ha podido entender como unirlas (por ejemplo el cerdo es impuro porque tiene pezuña como la vaca, pero no rumia)
Este espíritu está dentro de la sinagoga y la palabra plural que usa el evangelista explicita que hablaba en nombre de una mentalidad que en el interior de la sinagoga se hallaba difundida, compartida por muchos (Cfr. Mc 1,24).  Como sabemos los escribas predicaban pero el espíritu impuro no era mencionado.  Ellos enseñaban con una serie de citas de rabinos anteriores, partiendo de algunas citas de la Palabra, de la Ley o de los Profetas, de esta manera demostraban que hablaban con autoridad, porque tenían un gran bagaje de conocimientos.  La conclusión era que a partir de esta claridad de la enseñanza el pueblo debía poner en práctica todo lo que había oído.  Cristo se enoja con ellos porque ponen sobre la espalda de la gente pesos que no es posible llevar y que ellos de hecho no llevan. (Cfr. Mt 23,4: Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas
Este es el espíritu impuro, se  basa sobre el hecho de que el hombre está separado de Dios y le hace creer que él mismo con sus propias fuerzas que puede superar esa separación con lo que le es enseñado y así puede llegar a Dios, a la relación con Dios, a la unión con Él.
Y este es el demonio que Cristo va a echar fuera. La misión del Mesías no comienza en los lugares ‘clásicos’ de los pecadores sino desde la religión misma.  Esta tiene que ser purificada, exorcizada. Serán en verdad los jefes religiosos, los sacerdotes y los expertos o sea los escribas que no lo aceptarán, más bien lo rehusarán y lo llevarán a la muerte. Lo peor que le puede pasar al hombre es encontrarse en una estructura religiosa donde se pueda vivir según el espíritu impuro, o sea según una religión que expresa este ‘espíritu’, donde tú, cada uno es el epicentro de todo ese esfuerzo que tengo que realizar para superar el abismo que separa el hombre de Dios.
Por lo tanto Cristo toma inmediatamente distancia de la sinagoga, entra en la sinagoga “de ellos” (Cfr. Mc 1,23) y Marcos subraya que inmediatamente, y usa una palabra que utiliza con frecuencia, “enseguida” Jesús comenzó a enseñar enseguida, para hacer ver que no participa en la ceremonia religiosa de ellos. (Cfr. Mc 1,21).
Jesús enseña de una manera diferente y habla con autoridad, porque este espíritu, del cual nadie hasta ahora se había dado cuenta, se hace notar (Cfr. Mc 1,22).  La autoridad en el horizonte judío era Moisés, la que le venía dada por su relación totalmente única con Dios que autorizaba su palabra porque estaba acompañada de la obra que había aprendido de Dios mismo en esa relación única que tenía con Dios y que él tenía muy en cuenta.
Ahora viene el Hijo del Padre, que no dice nada y no hace nada, “sino lo que ve hacer al Padre” (Cfr. Jn 5,19; 5,39: 12,50; 14,10).  La comunión con el Padre es su autoridad. Él no habla por sí mismo, así también el Espíritu Santo dice toda la verdad justamente porque no habla por su cuenta (Cfr. Jn 16,13).  Es la relación de amor que es testimonio de la verdad (Cfr. Jn 8,14).  La comunión perfecta con el Padre, uno en el otro (Cfr. Jn 14,9). Esta es la vida que está en el origen, es la fuente.  Lo que dice se ve, lo que dice se puede tocar, lo que se dice se gusta, porque es una comunicación de vida y no es simplemente un pensamiento (Cfr. 1 Jn 1, 1-4).  Esta enseñanza regenera al hombre porque crea la comunión con Dios y con los otros y esto llena el corazón del gozo según Dios.  Este es el verdadero sentido de toda acción de la evangelización.
Cristo vino a extender sobre nosotros esta relación filial con el Padre.  Está claro que nadie puede llegar a ser hijo si no es generado. Y la enseñanza de los escribas no ha generado a nadie, no daba la vida, sólo llevaba a la obligación de realizar la obra prescrita, de esta manera este esfuerzo produce sólo una frustración perenne que de hecho tiene que ver con la muerte, por lo tanto es obra del espíritu impuro.
El hecho de que Marcos coloque este acontecimiento en la sinagoga al comienzo del evangelio nos pone en guardia sobre un peligro constante para los discípulos de Cristo, esto es enfrentar el mal de una manera equivocada; o sea transformar la obra de la redención según el espíritu impuro.  Así como ha decaído la alianza antigua, de la misma manera también puede decaer la alianza nueva.
Es en la liturgia que aprendemos una vida donde la comunión es la fuente y no sólo la meta, no solamente deseada, sino realizada. Ahí vemos a Cristo como es verdaderamente, Palabra realizada.
La autoridad de Cristo en la sinagoga era justamente lo que es el sacramento, la realización plena de la Palabra, de la materia del mundo, de la historia, porque es manifestación de la vida del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo. Se escucha la Palabra, se la explica y después se la come y bebe como Palabra encarnada y realizada en perfección plena.  Esto hace el sacramento de la eucaristía.
Hay que estar atentos para no reducir la fe sólo a una enseñanza estéril del saber que después hay que poner en práctica. Esta es la trampa, el espíritu impuro bien lo sabe, conoce muy bien a Cristo, tiene una óptima cristología pero su saber no consiste en la relación y en la comunión con Cristo.  Esto es lo que marca la diferencia como también para Pablo (CFR. Rom 1,21: "porque, habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, antes bien se ofuscaron en sus razonamientos y su insensato corazón se entenebreció”

P. Marko Ivan Rupnik

Tercer Domingo

Tercer Domingo Tiempo Ordinario B                                                                             Mc 1,14-20


Marcos comienza su evangelio diciendo “Inicio del Evangelio de Jesucristo hijo de Dios” (Mc 1,1) y muy pocos versículos después dice que Cristo proclamaba el “evangelio de Dios” (Mc 1,14), con lo que nos quiere decir que Cristo es el Evangelio de Dios, es Él en persona.
En el Antiguo Testamento la palabra “evangelio” aparece en Isaías, cuando anuncia la liberación a los exiliados en Mesopotamia y a los primeros repatriados, se les anuncia el día de la liberación, el día grande del gozo de su regreso a Jerusalén.
Por este motivo la buena nueva que Cristo anuncia tiene como marco la liberación.  Pero, ¿liberación de qué cosa?
De esa mentalidad de Torre de Babel que ha penetrado en la Alianza –y que no es según la Alianza- por medio de la cual uno piensa poder conquistar a Dios.  Pero la novedad es que “el Reino de Dios está cerca” (Mc 1,15), la palabra usada quiere decir que hay alguien que se está acercando tanto como para poderlo tocar. Y es Cristo que está en frente de ellos.  Esta es la Buena Noticia, el evangelio, Dios se ha hecho cercano. Dios se ha hecho hombre, es la divino – humanidad de Cristo.  Y dentro de esta buena noticia hay otra más.  Dios no es como nos lo han enseñado.  Esa torre de Babel, ese malentendido grande sobre lo que Dios es verdaderamente y la mentalidad por medio de la cual nosotros creemos que tenemos que hacer algo para poder llegar allá, nos hace esclavos de una forma de pensar que nos mira como protagonistas incluso de la relación con Dios, o sea esclavos de una mentalidad típica de la ‘religión’ Por eso dice “los haré pescadores de hombres” (Mc 1,17) aludiendo a Ezequiel 47, donde del Templo salen estos ríos abundantes de peces, que los pescadores pescarán a lo largo de las orillas.  Si los peces se pescaban en beneficio de los pescadores, pescar hombres sacándolos del mar quiere decir salvarlos de la muerte. Y Pedro sabrá muy bien qué quiere decir ser “pescado de las aguas”, cuando será el mismo Señor a sacarlo de las aguas (Mt 14,28-32).  Y es la liberación porque de este Templo no saldrá ya nunca la vida.  De hecho en Marcos la primera acción del Salvador es un exorcismo en la sinagoga, en una institución religiosa. (Cfr. Mc 1, 21-28).
En Juan Cristo prácticamente sustituye el Templo (Cfr. Jn 2,13-22), que ya no tiene sentido.  Por esto en el mismo Evangelio (Cfr. Jn 10,4, el verbo griego es el mismo usado en el capítulo 2 en donde echa a los mercaderes), Él echará con fuerza a todas las ovejas del Templo, de los atrios del templo, donde las tenían para el sacrificio, para librarlas de esta opresión.  Dios Padre no pide a los hombres sacrificios (Cfr. Mt 12,7).  Es verdaderamente un anuncio de la liberación de este modo de comprender la religión porque no somos nosotros que hemos hecho un sacrificio para unirnos con Dios, sino que es Él que ha mandado a su Hijo (Cfr. Jn 3,16; 1 Jn 4, 10-11) y lo que nos pide es acoger su ofrenda (Cfr. Jn 1,12).
Parece que la acogida, que es verdaderamente expresión de la fe, sea nuestra acción más difícil. Esta es la metanoia a la cual nos invita cuando dice “Conviértanse”. No es el convertirse a Dios desde la nada, es un cambio de mentalidad, porque el tiempo está cerca, no es posible seguir teniendo una mentalidad que impide ver el don del Padre que es su mismo Hijo, siguiendo una mentalidad por la cual se llega a excluirlo e incluso hasta a eliminarlo.
Metanoia quiere decir ir más allá del pensamiento habitual, convencional y ver más, ver de una manera nueva, y por lo tanto no dejar perder lo nuevo por un modo viejo de ver y pensar. No se trata de convertirse del ateísmo a ser religioso, sino de ser religioso a ser creyente.
Cambien la mentalidad, o sea crean, confíen en Dios.  Confíen, ha llegado la hora, está aquí cerca, ¡Confíen! Es inútil que insistan en las mismas cosas de siempre.
Esta es la torre de Babel, esta es una religión en decadencia, esta es la alianza traicionada, es exactamente esto que hay que vencer. Ir más allá, para ver que Dios viene a nuestro encuentro. “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca” (Mc 1,15). O sea el kronos ha terminado, ha llegado el kairós, el tiempo propicio. Es el tiempo en que al Esposo del Cantar de los Cantares, cada cosa, o sea todo, le recuerda la amada.  Este es el Kairós, todo está lleno de la presencia de lo que se espera.
Si no esperamos nada y nos preocupamos sólo de lo que tenemos que hacer, el tiempo no nos habla de Dios, sino que nos habla de nuestra tarea, esto no nos sirve para llegar a ser los hijos en el Hijo del Padre.  No se llega a ser hijo de esta manera.
El kairós es el tiempo en el que se revela a qué estamos llamados, para que esperemos este tiempo. Todo está lleno de lo que se espera.  Todo está lleno de la divino – humanidad de Cristo. Es por esto que el llamado no puede ser vivido nunca como individualismo, sino en la Iglesia, en el tiempo y en la historia: , estamos llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo, nuestro Señor. (Cfr. 1 Cor 1,9).
P. Marko Ivan Rupnik


Segundo Domingo

Segundo Domingo Tiempo Ordinario              Año B



Estamos en los primeros días del evangelio de Juan que siguen con “el día después” (Jn 1,29).  “El día después (Jn 1,35; 1,43).  En el Evangelio del día de hoy Juan Bautista sólo dice “Este es el Cordero de Dios” (Jn 1,36) y los discípulos siguen a Jesús.  Era ese mismo Cordero que el día anterior había indicado como Aquel que quitará el pecado del mundo.
Por lo tanto, como Aquel que abrirá nuevamente el camino hacia el Padre porque el evangelista Juan el pecado es la ruptura con la vida de Dios, es la noche (Cfr. Jn 12, 35,46) falta de luz porque la vida es la luz (Cfr. Jn 1,4).  Juan no dice “pecados” sino en singular “pecado”, que para él significa la condición que hace que el hombre peque, como se ve en su primera carta es ese estado de cierre a las relaciones, una condición del hombre sin amor.  Quien no ama está muerto (Cfr. 1 Jn 3,14).  Cristo abrirá un camino de éxodo, donde Cristo, como Cordero Pascual, será Él mismo que quitará este estado de muerte.  Él morirá por todos a fin de que nosotros podamos vivir.  Él será ese sacrificio sacerdotal que unirá la humanidad al Padre.  El sacrificio de la propia voluntad entregada al Padre.
¿Dónde permaneces? Preguntan textualmente los dos discípulos.  He aquí dónde se queda, dónde vive, dónde está. Es la misma palabra que usan los discípulos de Emaús (Lc 24,29) cuando los dos discípulos le piden que permanezca, se quede con ellos.  Es la palabra que usa Cristo para decir que Él y el Padre vendrán y morarán en quien lo ama (Cfr. Jn 14,23): Jesús respondió, y le dijo: Si alguno me ama, guardará mi palabra; y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos morada en Él.  De nuevo es Él mismo que dice que va al Padre y que quiere que también ellos estén dónde Él está, por lo tanto, se trata de seguirlo hasta la casa del Padre y entrar en la gloria de la comunión con el Padre, pero al mismo tiempo es Él con el Padre que se queda en el hombre que lo ama, que lo acoge y que así llega a ser hijo de Dios (Cfr. 1,12).  Además, el texto deja entrever que ese “morar” de Cristo nos presenta un no estar solo. Esto es lo que atrae porque su persona hace entrever un misterio que después en Juan 14,9 será explicitado es estas palabras “Quien me ve a mí, ve al Padre” Es esta existencia en comunión, uno en el otro, que Él extiende a nosotros. (nos comunica)
La respuesta supone una experiencia, un estar y ver que Él está en el Padre y el Padre en Él y Él en ellos y ellos en Él.
Esta morada es la nueva existencia que la humanidad comienza a recibir, a través de una experiencia porque también nosotros podemos estar con Él donde Él está (Cfr. Jn 17,24)
Es una experiencia del conocimiento, donde la relación no es algo sociológico, ni sicológico, ni filosófico, mucho menos algo “accidental”.  Es la vida del hombre según el plan del Creador y realizada en el Redentor, la relación. La filiación, la comunión que no es uno al lado del otro, sino uno en el otro.
Este pasaje nos trae una pregunta inevitable. ¿Qué suscitamos nosotros en nuestros contemporáneos? Tenemos personas que nos siguen y ¿qué encontrarán si les decimos “venid y veréis”? ¿Encontrarán una existencia de comunión que fascina y atrae porque está habitada por la comunión divina?  ¿Qué hace entrever nuestra humanidad? ¿O más bien estamos acostumbrados a decir “escuchen y hagan”?
Es particularmente significativo que la primera palabra de Cristo en el Evangelio de Juan sea: “¿Qué buscan?” En griego el verbo está en presente, por lo tanto, estas palabras de Jesús: “les pregunta” son la vez una pregunta que se dirige a todos los que se encaminan tras Él para verificar sus motivaciones.  Se puede buscar a Cristo por diferentes motivos, en Jn 5,40 dice: “pero ustedes no quieren venir a mí para tener la vida”.  Está claro que Cristo quiere extender su vida sobre nosotros, porque nos hace capaces de amar y nos estar sujetos a nuestra naturaleza herida y mortal, la que al fin nos entregará con el último suspiro en la cruz, para que podamos vivir según esa vida nueva que desde ya nos hace participar de la eternidad, porque el amor permanece para siempre, es eterno.

Por lo tanto, Él habita en la filiación, ahí donde también nosotros somos injertados por el Bautismo, impregnados de Espíritu Santo, empapados de la vida filial.  Nuestra forma de vida es bautismal, o sea de éxodo, de paso porque nuestra vida se cumplirá sólo en ese lugar que es la comunión.
Estamos llamados a ayudarnos a descubrir continuamente que vivimos en la relación y de la relación Se nos ha quitado un peso, lo que nos hacía pecar ya no existe, Juan en su Primera Carta nos dice: “Quien ha nacido de Dios

P. Marko Ivan Rupnik

Bautismo del Señor

Bautismo del Señor......................Mc 1,7-11

Este acontecimiento tan brevemente relatado por el evangelista Marcos es de alguna manera la síntesis de todo su evangelio y de toda la obra de Cristo. Cristo baja de Galilea por un camino que lo lleva al Jordán, el lugar también geográficamente más bajo de la tierra, (390 m bajo el nivel del mar) y así se hace visiblemente muy claro el anonadamiento del Hijo de Dios.  El río Jordán tiene el color de la tierra.  Jesús entra en esta tierra llena da barro y sucia, imagen exacta de una humanidad hecha de barro que se vuelve así cuando con el pecado se apaga el Espíritu
A estas aguas Cristo da el color de su divinidad, como ha dicho San Cirilo de Jerusalén y algunos otros Padres, y en esas aguas son santificadas todas las aguas del mundo a fin de que puedan santificarnos en la hora de nuestra muerte y resurrección, o sea en nuestro bautismo.  Santiago de Sarug, gran padre siríaco, hace notar que Cristo bajando a las aguas en su bautismo se despojó de la gloria y depuso en las aguas su vestidura de luz y de gloria, de manera que cuando llegara Adán desnudo, verdaderamente hijo de la tierra, hecho de barro, podría revestirse del vestido de gloria que el ángel caído le había robado entre los árboles del Edén.
Marcos registra sólo la salida del agua de Cristo, porque bajar en el agua es la imagen de la muerte, salir del agua es la imagen de la resurrección, del Resucitado.
De estas aguas con barro sale el Hijo de Dios, verdadero Dios y verdadero hombre, junto con los penitentes.  La solidaridad es el principio de la divinización del hombre: es Dios que se hace solidario con nosotros, basta sólo pensar cuánto énfasis se hace, cuando se habla en la Carta a los Hebreos, de la solidaridad de Cristo Sacerdote con toda la humanidad.  Y este es, según Dios, el principio de nuestra divinización.
Los cielos se rasgan, el término “skizein” deja entrever que es algo irreversible, irreparable.  Es el mismo término que Marcos usa en el momento de la muerte de Jesús, cuando se rasga el velo del templo porque ha perdido su significado.  Cristo ha entrado en la muerte que separaba al hombre de Dios. Son dos momentos de la revelación de quién es el verdadero Dios, o sea Aquel que ofrece su vida por todos, sin ninguna culpa de su parte.  Entonces todo lo que estaba detrás del velo se vuelca sobre el pueblo, ahora somos nosotros los que recibimos como en una lluvia la revelación de Dios, a través de esta ola de gracia que nos llega de lo que estaba detrás del velo.  Según los rabinos había 500 años de camino entre un cielo y el otro, y allí estaban los siete cielos.  Toda esta distancia ahora ha sido anulada y Él es la puerta abierta. (Heb 10,20: por este camino nuevo y vivo, inaugurado por él para nosotros, a través de la cortina, es decir, de su cuerpo”.
La paloma que aletea sobre Él da testimonio que él puede hacer este sacrificio de sí mismo porque tiene el Espíritu, porque tiene la vida del Padre y sabe que el Padre lo recogerá, por eso puede ofrecerse (Cfr. Heb 9,14).  Es el espíritu de la nueva creación, la creación verdadera es la divino humanidad, del verdadero hombre y verdadero Dios en una sola Persona.
Se oye una voz, “phoné”, que es el mismo término que Marcos usa cuando dice que el gallo canta y para el grito de Cristo que expira en la cruz, en una perfecta superposición del Bautismo y de la Pascua porque esta voz es también la del Salmo 2 que es el salmo de la entronización del Rey. Gracias a este Rey, que sale del barro en medio de los penitentes, el cielo ya no se cerrará nunca más, ese cielo que tantas veces se había cerrado en la historia de Israel y en el que la literatura rabínica leía un Dios un poco resentido a quien había que calmar de alguna manera, ahora ese cielo está aquí, porque Dios está aquí. Y lo vemos en el hombre, llamado a una manera nueva de vivir, como hijo: “Tú eres mi Hijo” (Mc 1,11; cfr. Sl 2,7).
Él es el rostro del Padre, Aquí se tocan en una única realidad la filiación y la paternidad.  Cristo salido de las aguas es nuestra imagen porque con el bautismo somos injertados en Él.
Todos estos son etapas que vivimos en nuestro bautismo donde baja el mismo Espíritu Santo y la misma voz dice: “Tú eres mi hijo”.  Recibimos la misma vida, la que Él nos ha dado en la cruz, cuando expiró, cuando nos entregó su vida para que pasase a nosotros.
Tenemos la misma vida, somos hijos y somos divino-humanos.  Esta es la verdad del hombre. Aquí conviene permanecer y buscar nuestra verdadera identidad, como hijos, en esta vida que la fe nos hace contemplar y que no se apagará.

P. Marko Ivan Rupnik