III
Domingo de Adviento
Lc 3,10-18)
La predicación de Juan el
Bautista fue muy eficaz. Esto se ve en
el hecho de que suscitó en la gente una disposición adecuada para la espera.
Cuando el hombre se pregunta
qué debe hacer, ya se ha creado en él esa apertura necesaria para la acogida de
la salvación. Según los Padres de la
Iglesia, el camino espiritual es prácticamente imposible cuando el hombre se
aconseja a sí mismo y se sugiere qué es lo bueno para él. Aunque esté haciendo propósitos santos y
buenos, el hombre puede permanecer encerrado en sí mismo, y la espera, por el
contrario, significa tener en cuenta a Quién se espera.
La espera se ha hecho ahora
tan fuerte que él mismo Bautista podía haber pasado por ser el Mesías, pero
precisa que él bautiza lavando los pecados.
Aquel a quien prepara el camino, en cambio, no sólo lavará, sino que
impregnará a la humanidad con el Espíritu Santo, Juan nos llama hoy también a
esta acogida de vida nueva que se nos da.
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