Con este
domingo la Iglesia nos ofrece poder recomenzar una vez más el camino del año
litúrgico invitándonos a vivir el tiempo del Adviento.
La
palabra “adviento” habla de la venida hacia nosotros del Señor Jesús. Ante
todo, de su venida hace más de 2000 años, que celebraremos de modo particular
el día de Navidad. Pero también la venida futura, la definitiva, al final de
los tiempos, a la cual hace referencia el Evangelio de hoy. Recordar y celebrar estas dos venidas nos
ayuda en particular a vivir la otra venida de Jesús, la venida cotidiana, en
los acontecimientos que llenan cualquiera de nuestros días. El Señor viene y viene siempre, el cristiano
no es el hombre o la mujer que trepa hasta el cielo para encontrar a Dios al
final de sus propios esfuerzos para vivir de manera moralmente correcta y
piadosa, sino aquel que acoge el amor de Dios que es quien toma la iniciativa
de venir, que nos viene al encuentro en la carne de un hombre, Jesús de
Nazaret.
El
adviento del Señor es la respuesta a nuestro esperar, a nuestro desear.
Desear.
Parece que la palabra desiderantes (término latino en el que
aparece la palabra sidera) fueron los
soldados que al final de un día de batalla, estaban debajo de las estrellas (sidera) y esperaban la vuelta de los que
todavía no habían regresado al campamento. Desear en el sentido más profundo,
puede ser entendido, así como la espera de un reencuentro, la realización de
una relación.
La venida
de Dios en Jesús de Nazaret nos ofrece exactamente una relación interpersonal
con alguien que ha nacido de mujer y crecido, ha caminado por nuestras calles,
ha buscado hacer la voluntad del Padre en su existencia, ha amado hasta el
extremo de dar su vida… El Dios que deseamos. El cristianismo no es sólo una
serie de afirmaciones teológicas (sobre quién es Dios) unida a una serie de
mandamientos morales y a un complejo de celebraciones litúrgicas, sino un
encuentro con este Dios hombre y un sí a su amor que mueve el nuestro. “El Señor os haga crecer y sobreabundar en el
amor entre ustedes y hacia todos” nos dice Pablo en la lectura. No sólo “entre nosotros” (familiares, amigos,
los cristianos) sino que, para distinguirnos, como dice también Pablo, “hacia
todos”, de cualquier raza o religión, nadie queda excluido, tal como ha sido el
amor universal de Jesús.
Amor que,
si por una parte es riqueza profundísima de los sentimientos del corazón de
Jesús, por otra, es una intervención concretísima en nuestra historia, o sea es
justicia. Este término aparece tres veces en dos versículos en la primera
lectura tomada del profeta Jeremías, en la cual se afirma también que en ella
consiste la realización de las promesas hechas por el Señor. La justicia bíblica habla de la realización
plena del hombre y la humanización plena de las relaciones sociales. Cuánta
necesidad tenemos de esto en un tiempo difícil en que parece que siempre más
sea la injusticia la que reina en el mundo.
En cambio, el “Señor, nuestra justicia” nos dice el profeta Jeremías,
será el nombre de Jerusalén, el nombre de la ciudad de los hombres. Es una
llamada a ser, cada uno de nosotros, un operador de justicia.
Entonces
tenemos que aceptar la urgente invitación del Evangelio: "Cuídense, que
sus corazones no se vuelvan pesados por la disipación, la embriaguez y los
problemas de la vida y que ese día no caiga de repente sobre ustedes". ¡Cómo
se embotan nuestros corazones! Quizás no debido a la embriaguez del vino, sino
porque son incapaces de una vida sobria y mesurada, abrumados por cosas que hay
que hacer, por afectos desordenados, por temores enfatizados por los medios de
comunicación, por preocupaciones de trabajo que no hay o que rara vez es humanizaste
... "Velen y recen en todo momento", concluye el Evangelio de hoy.
Traducido podría significar: cuídense de mantener viva en el corazón la
presencia amorosa de Jesús de Nazaret. Y sus sentimientos, su forma de
relacionarse con el Padre, de tomar decisiones en la vida, de vivir relaciones entre
ustedes, sea el amor ... este es “vuestro estilo de vida”. Entonces ese día no
vendrá de repente sobre nosotros.
Equipo de Padres Jesuitas
Muchas gracias por seguir traduciendo al castellano las homilías semanales. Dios los bendiga!
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