
Los signos de la fragilidad de la creación y de la
historia nos permiten vislumbrar el eschaton la ´plaza de oro desde la cual la
liturgia atrae hacia sí, de alguna manera, a los hijos de la historia,
rompiendo esa corteza que, como muestra San Juan en el Apocalipsis. Impide ver más
allá y se vuelve dura, pesada precisamente por los grandes y poderosos, porque
están basados en cosas que obstruyen y desvían, ocultando lo que está detrás.
El Apocalipsis, por otro lado, revela desde dónde está realmente guiada la
historia y libra del engaño de pensar que la historia es conducida
exclusivamente por aquellos que se basan en fundamentos erróneos. Se hace
evidente que las decisiones de los poderosos de este mundo y su mentalidad
oscurecen y hacen impenetrable la verdad que está detrás del devenir del tiempo.
Cuando estas cosas terrenales comienzan a colapsar y
la corteza se vuelve más delgada, podemos vislumbrar el sentido de la historia,
esta es el apokalypsis.(en griego revelación) Ya la palabra muestra que
se está revelando lo que está escondido, es decir, comenzamos a acercarnos a lo
que es verdad. Este es el significado de apocalipsis, no tanto una serie de
eventos dramáticos en sí mismos, sino más bien la revelación del significado de
los acontecimientos y la percepción de su significado.
Habrá un oscurecimiento del sol y la luna (cf Mc
13,24). El sol y la luna son las coordenadas estáticas. El Apocalipsis será el
cierre del factor estático que se extingue porque se apagará y, finalmente, un
último movimiento en la historia, o sea el fin. El Deuteronomio distingue muy bien entre
Israel y los pueblos que adoran las estrellas, el sol, la luna y el ejército
celestial. (Ver Dt 4: 19-20: Y cuando levantes los ojos hacia el cielo y veas
el sol, la luna, las estrellas y todo el Ejército de los cielos, no te dejes
seducir ni te postres para rendirles culto. Porque ellos son la parte que el
Señor, tu Dios, ha dado a todos los pueblos que están bajo el cielo, A ustedes,
en cambio, los tomó y los hizo salir de Egipto para que fueran el pueblo de su
herencia, como lo son en el día de hoy).
Israel está llamado a una historia de relación, de alianza, mientras que
otros se apoyan en otros elementos. El mismo Isaías describe el fin de un
imperio: "Se diluye todo el ejército del cielo, los cielos son enrollados
como un pliego, y todo su ejército se marchita como se marchita el follaje de
la vid, como cae marchita la hoja de la higuera." (Is 34: 4). Cuando la
historia se enrolla, caen, es decir, los que se consideran hijos de estas
estrellas, hijos del sol. "¡Cómo has caído del cielo, Lucero hijo de la
aurora! ¡Cómo has sido precipitado por tierra, tú que subyugabas a las
naciones, tú que decías en tu corazón: «iré a los cielos; por encima de las
estrellas de Dios erigiré mi trono “(Is, 14, ¡12-13)!
Teológicamente podemos decir que después del pecado el
hombre pierde el aliento vital recibido del creador, la dimensión
espiritual que Dios ha dado a la creación, el hombre se somete a su naturaleza
mortal y extrae de la naturaleza de la creación el poder de la vida, lo que en
la creación parece poderoso. Todos estos hijos del sol, de la luna, de las
estrellas, son hijos de algo de lo que uno puede extraer su poder, su propia
fuerza.
En sus reflexiones, Berdjaev dice que Pablo muestra
que el cristianismo ha liberado al hombre de estas potencias, porque nos hemos
convertido en hijos de Dios y ya no somos hijos de las estrellas ni de estas potencias
del aire, a las cuales nos habíamos sometido. La historia muestra que en cierto
momento es la inteligencia la que se convierte en el punto fuerte del hombre,
pero esto no cambia de sustancia, el hombre permanece sujeto a aquello de lo
que toma la fuerza, ya sea del cosmos o de la ideología.
La fuerza de la vida, en cambio, el hombre solo la puede
recibir de Dios, no puede dársela a sí mismo, tiene que ser engendrado. Podemos
conocer a Dios solo como hijos, porque Él es Padre. La historia es una
generación, un nacimiento del hombre nuevo, del hombre según Dios.
Dios nos está dando vida a través de esta fragilidad
de la historia, este comienzo de los dolores, esta corteza que se vuelve más
sutil para que podamos ver que lo único que realmente resiste todo y que puede
ser la base de todo es la comunión y la comunión que es Nuestro Dios. En la
hora de la crucifixión, cuando todo cruje y tiembla, el único punto fijo es la
relación fiel Padre-Hijo. Las relaciones de Dios permanecen como la única cosa
sólida, todo lo demás colapsa. Ni el cosmos ni las ideas, solo queda el amor.
Desde este amor emerge el Hijo del hombre, es decir,
el hombre según Dios, el hombre pleno, perfectyo. Debido a que esta comunión
con Dios incluye al hombre y lo hace divino, de otro modo, cualquier intento de
volverse divino nace de una nueva ideología y hace que la corteza entre el “ya y
todavía no” sea más gruesa y haga más difícil ver el significado de la
historia, los acontecimientos, los encuentros, de la vida, allá donde la
fidelidad de Dios emerge como el fundamento de todo.
P. Marko Ivan Rupnik
No hay comentarios:
Publicar un comentario