El evangelio de Pascua
comienza diciendo que “era el primer día” (Jn 20,1). De hecho es el primer día de la nueva
creación, el Octavo Día donde todo se hace uno, todo es contemporáneo, todo
está abierto a todo, todo de compenetra con todo
Es un poco extraño que se
diga que era de mañana y que todavía estaba oscuro.
Es evidente la
concordancia con el Cantar de los Cantares, la esposa que toda la noche busca
al amado (Cf Ct 3,1-2). Aquí María
Magdalena va al sepulcro, en un clima de amor que corresponde ciertamente a la
nueva creación, pero a pesar de su generosidad y de su amor todavía no ha
llegado a la madurez pascual, todavía quisiera retener al Amado (Cf Ct
3,4). La piedra quitada del sepulcro no
la lleva enseguida a la vida, a una liberación sino a la muerte, piensa que alguien
se lo haya llevado. María no entiende
todavía que la piedra ha sido removida para nosotros, a fin de que veamos que
el Señor ya ha pasado. Su Pascua-Éxodo
está cumplida. Aquel que vive su vida en
el Amor del Padre, o sea como don de sí, pasa a través del velo que se rasga y
entra en el Santuario del Padre (Cfr. Heb 10,20). De hecho durante 40 días aparecerá para
enseñar y para manifestar a los discípulos como es la humanidad glorificada por
el Padre en el Hijo.
Al anuncio de la
Magdalena Pedro y Juan comienzan a correr, prácticamente entre el mercado y el
pretorio, por lo tanto en una zona peligrosa.
Continúa esta comparación que encontramos cinco veces en el evangelio de
Juan, entre Pedro y “el otro discípulo” (Jn 18,16; 20, 2-8) “el que Jesús
amaba” (Jn 13,23; 20,2; 21,7; 21,20) o “el amigo del Señor” (Jn 3,29; 11,3.11)
No se dice el nombre, lo que quiere decir que es un discípulo representativo,
en quien todos podemos reconocernos, es el discípulo por excelencia después de
la Pascua, el que tiene un amor semejante al de Cristo, o sea que no tiene
temor por sí mismo. Juan de hecho lo ha
seguido hasta dentro del Pretorio (Cfr. Jn 18,15) sin temor. Él es verdaderamente el hombre que razona
según el ágape y por lo tanto la tradición lo representa sobre el corazón de
Cristo, porque razona con el corazón.
Razona con el mismo amor con el cual es amado (Cfr. Jn 15,12). Es por esto que siempre vence a Pedro, porque
Pedro todavía después de la última cena no se ha fiado del Señor, siempre tiene
entre manos una solución propia (Cfr. Jn 18,10)
Pero
es el amor que llega siempre primero.
Juan mira dentro y ve las vendas bien dispuestas allí, como flojas,
caídas como si el cuerpo se hubiese “evaporado”. Estaban dobladas de la misma manera como se
preparaba el tálamo. Y esto es importante porque cuando Cristo fue sepultado
José de Arimatea toma una cantidad enorme de mirra y de áloe -100 libras- que
son 30 o 40 Kg ·esencias que no se usan para el muerto, sino para perfumar el
vestido del esposo (Cfr. Pr 7,17; Ct 3,6; 5,1; Sl 45,9)
José
de Arimatea con esta cantidad exagerada muestra el cumplimiento del amor, de
las bodas para el Esposo.
Las
vendas eran más bien telas, “keriasis”
eran las vendas usadas para Lázaro, (Jn 11,44) mientras aquí se habla de “otonia” que es propiamente una sábana matrimonial, larga cuatro metros. En esta sábana fue envuelto Cristo, ajustado
tras veces con un lazo a los pies, al costado y al cuello. Como el cuerpo se ha ido sin mover la sábana,
este cayó, se “desinfló” y queda como si fuese preparado el lecho.
Por
lo tanto esto llama la atención, nos acercamos al Cantar, María Magdalena, Juan
que es el amigo, todo crea un clima de amor absoluto. Y justamente porque ama,
Juan llega primero, mira, ve el tálamo y espera a Pedro.
Pedro
llega, entra y observa: todavía no entiende. Observa pero no entiende. Entra
Juan, vio y creyó. Se adhiere. A qué cosa? Es obvio, no lo han robado. No era posible. Era imposible deshacer el envoltorio y
después dejar todo en su lugar, ordenado, ahí dentro, arreglar todo y a la vez
dejar todo atado. El amor le hace intuir
que Cristo ha pasado a otra existencia.
Como había dicho. Su humanidad vive ahora plenamente en la Gloria de
Dios, ha pasado a otro modo de existencia.
La
muerte no ha tenido la última palabra. Esto es ciertamente lo que Juan creyó. Porque
lo dice en su carta muy bien: “Lo que era al principio…nosotros hemos tocado…
eso os lo anunciamos” (Cfr. 1 Jn 1,1-2).
Cristo es la vida, quien tiene al Hijo tiene la vida eterna (Cfr. 1 Jn
5,12).
Justamente
porque el Señor ha resucitado ha llegado a ser un Cuerpo con muchas moradas (Jn
14,2), un Cuerpo al cual somos incorporados.
La Pascua de Cristo es por lo tanto para nosotros, a través de los
gestos de amor, a través de una vida vivida como don de sí, el ingreso en el
Santuario del Padre.
Este
paso nosotros lo celebramos y vivimos en cada Eucaristía donde nuestro pan –que
encierra nuestra vida- se convierte en ofrenda, por medio del Espíritu Santo
manifiesta el Cuerpo de Cristo convirtiéndose en un don total que el Padre
recoge en su Gloria.
P. Marko Ivan Rupnik
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