La visión central de este domingo
es el Buen Pastor que da su propia vida por las ovejas. Literalmente es el pastor bello, porque el
término kalòs ha sido reducido a bueno de acuerdo a la interpretación
jurídico moral que ha sido la predominante muchas veces en la traducción de
muchos términos bíblicos, Dificultad en este caso debida también a lo complejo
de traducir el hebreo. El término kalòs,
bello, está usado más de cien veces en el nuevo Testamento.
Pedro en su primera carta
recomienda a los cristianos que su conducta entre los paganos sea bella, porque
cuando son calumniados como malhechores, viendo sus bellas obras glorifiquen a
Dios (Cfr. 1Pe 2,12). Esta conducta
bella con las obras bellas es literalmente el testimonio, que es el mismo
término usado por Pablo en la carta a Timoteo cuando dice que Jesucristo “dio
su bello testimonio delante de Poncio Pilato (1 Tim 6,13). De hecho, delante de
Pilato Cristo dio testimonio de la verdad (Cfr. Jn 18,37). Qué cosa sea la
verdad (Cfr. Jn 18,38) es la pregunta de Pilato que no puede entender, por qué
la verdad –como La explica el Evangelio de Juan- es la filiación del Hijo, es
la relación con el Padre, la ausencia de soledad. “Yo no he hablado por mí
mismo, sino el Padre que me ha enviado me ha dicho lo que tenía que decir y
pronunciar” (Jn 12,49). Por esto “El que es de la verdad escucha mi voz” (Jn
18,37)
En la parábola del sembrador todo
se vuelve a unir porque para hablar de la tierra donde cae la semilla (Cfr. Mc
4,8 por ejemplo) se usa el término terreno bello, o sea el terreno que “escucha
la palabra, la acoge y da mucho fruto” (Cfr. Mc 4,20)- se convierte en terreno
bello porque ya no es sólo terreno sino que adentro lleva otra realidad.
Esto es lo que es bello: escuchar
la palabra, acogerla y hacerla fructificar.
Lleva mucho fruto el grano de trigo que ha caído en la tierra y que
muere (Cfr. Jn 12,24).
El significado de la palabra
bello que se abre aquí deja un espacio enorme a la libertad del amor porque
significa acoger el principio de la Palabra que es el Hijo y que comienza en mí
una transfiguración que me lleva a la ofrenda de mí. De hecho el Pastor, el que
es bello, es el que hace ver al hombre habitado por Dios, o sea como ofrenda de
sí mismo. “Yo soy el pastor bello y el pastor bello ofrece la vida por sus
ovejas” (Jn 10,11) La belleza, lo bello es algo dinámico, es un proceso de
transfiguración que pasa a través de la renuncia, a través de la ofrenda de sí
y es bello porque hace ver en la semilla el brote, a través de la muerte. El Hijo no está solo, revelará a Otro. Y lo hará justamente en la muerte. Esta es la belleza.
El término kalòs en el Nuevo Testamento incluye el misterio
pascual. Y es por esto que en el tiempo
pascual está el domingo del Buen Pastor.
Aquel que hace ver la vida pascual de la humanidad, como Hijo y por lo
tanto es el Pastor Bello. La Belleza es
hacer ver el otro, hacer surgir el otro, no agotar una realidad en sí misma
sino a través de la relación de amor hacer surgir el otro, y esto se da cuando
tú te ofreces, renuncias, mueres.
Es por esto que si nos quedamos
en la traducción de bueno en lugar de
bello, termina siendo lo bello un
ideal paralelo a bueno. Esto es lo que
de hecho ha sucedido y ha realizado una profunda herida en nuestra cultura
haciéndonos creer que lo bello pueda existir como paralelo a una vida vivida
con ideales totalmente opuestos. Pero no existe un bello ideal que pueda
convivir con la noche de la soledad, de la muerte, cuando no ves todavía ningún
brote pero la semilla ya está deshecha, que es el momento más difícil de la
vida espiritual. Pero al Pastor Bello –Aquel que es la ofrende continua de sí
mismo al Padre- tú siempre podrás mirar: cuando estás en la plenitud de tus
fuerzas, cuando estás enfermo, cuando estás en manos de la muerte,
siempre. Porque es un paso y en todos
los pasos encontrarás la forma perfecta, la fuerza perfecta, el ámbito
perfecto. Ya sea en la semilla, en el morir, en la soledad, o ya sea en el
brote.
Bello es el hombre que vive esta nueva
existencia que Dios nos ha traído en Cristo para la nueva humanidad y que a
través de la muerte, a través de los momentos más difíciles de la propia vida
revela la fuerza de la vida que ha recibido, que es el amor del Padre.
Cuando todos los ideales clásicos
caen, cuando el hombre vive destruido, arrodillado y aplastado, es en ese
momento que aparece, se expande y desarrolla la fuerza más grande. Desde Cristo muerto ha brotado la glorificación
del Padre y este es en verdad su testimonio bello delante de Pilato. (Cfr. 1
Tim 6,13)
P. Marko Ivan Rupnik
gostei muito deste testo
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