Los apóstoles acaban de llegar de la misión, pero
evidentemente “todo lo que han hecho y lo que han enseñado” (Mc 6,30) no basta.
Hay un error de fondo. Cristo, de hecho,
no los ha mandado para enseñar.
Dos términos nos ayudan a delinear los contornos de
la cuestión “predicaron y enseñaron”.
Cuando Cristo había llamado a los apóstoles, constituyó Doce para que
estuviesen con Él y también para enviarlos a predicar (Mc 3,14). El punto
esencial permanece, el estar con Él del cual nace también el modo, hacerse
acoger para apoyarse en la acogida de los otros. Sobre esta acogida se coloca
el predicar para lo cual los ha constituido al inicio, es la preparación del
terreno sobre el que cae la palabra, o sea el acontecimiento Cristo, el Reino
de los Cielos por lo tanto está aquí. Esto
subyace en la predicación, pero ciertamente en el sexto capítulo de Marcos
todavía es prematuro porque carece exactamente de la experiencia fundacional de
la pascua, de hecho, cuando Cristo comienza a programar, no llegan a aceptar,
un camino de salvación así provoca rechazo (Cfr. Mc 8,14-21.31-33). Por lo
tanto, no pueden predicar de ninguna manera porque los que les falta es este
estar con Él, les falta en ellos mismos la acogida de la verdadera experiencia
de Cristo como Mesías. Entonces, se
vuelva fácil enseñar, pero la enseñanza que no se funda en Cristo y no nace de
su Pascua es engañosa. Se presta a la
ideología, al moralismo.
El
término enseñar está usado unas veinte veces en el Evangelio de Marcos y
solamente aquí se refiere a los apóstoles, una de las veces es una citación de
Isaías (Cf Mt 15,9), sino que pertenece exclusivamente a Cristo, enseñar
significaba dar una lección con los textos del Antiguo Testamento y esto sólo
lo podía hacer Cristo porque la clave de lectura es él mismo, de esta manera
sólo Él podía hacer ver cómo entender en clave mesiánica los textos del Hijo de
Dios. Esto todavía los apóstoles no han entendido y por lo tanto es probable
que su enseñanza siguiese la manera equivocada de enseñar de los escribas con
alguna categoría de su religión. De hecho,
después de este capítulo se inserta la cuestión de Herodes que primero se
asombra de lo que dice Juan Bautista y lo escucha de buena gana y después lo
hace ejecutar. En las enseñanzas de los
apóstoles emergen dos categorías que no funcionan:
la
cuestión del Reino, que Herodes ve en peligro y por lo tanto tiene miedo y
la cuestión de la salvación que
no se basa en la demostración de la potencia de un Dios fuerte y terrible como
ellos esperan todavía
Es así que este texto nos interroga
fuertemente. Los apóstoles llegan de la
misión muy ocupados, con una gran actividad que reúne una multitud de
personas. “Eran muchos, de hecho, los
que iban y venían…” Y sin embargo para
Cristo toda esa gente aparece como un rebaño sin pastor” (Cfr. Mc 6,34; Num
27,17; Ez 34,8).
Cristo les quiere hacer ver que primero tienen
necesidad de adquirir una cierta estabilidad, una unión definitiva, una
relación con la presencia del Señor en medio de nosotros, justamente porque los
ha constituido para que “estuviesen con Él” y no para ponerse en un camino sin
salida La primera lectura del profeta Jeremías, distinta sin embargo similar al
texto más conocido de Ezequiel, es de advertencia en este sentido.
También lo es para la Iglesia hoy, tan llena de
enseñanzas, pero quizás no sea capaz de enfocar a Cristo en su justa luz y
significado que muchas veces resulta falseado y desenfocado. Con dificultad se
hace surgir una vida nueva que es el amor de Dios que se revela en su Hijo, la misericordia. La prevalencia de enfoques filosóficos,
racionalistas y jurídicos se apoyan sobre lo que tenemos que hacer, sobre el
precepto y tantas otras cosas, pero no se manifiesta la vida recibida, sino las
viejas categorías y justamente es a estas que Cristo definitivamente ha
cambiado o más aún, eliminado (Cfr. Mc 2, 18-22; 7,1-13).
Saber descansar significa saber permanecer en una
relación estable, definitiva de la unión con Dios, apoyarse sobre una relación
fundante de donde surge la verdad de la vida que se vive, recuperando lo que es
esencial para no ser también nosotros como aquellos pastores que enseñan sin
autorización, o sea sin relación con Aquel que el Salmo proclama como “mi
pastor” (Cfr. Sl 23,1), que me guía hacia verdes praderas, me hace reposar, me
lleva a aguas tranquilas y al fin me “prepara una mesa” (Sl 23,5). De hecho, en
el Evangelio a continuación se encuentra la multiplicación de los panes.
La cuestión al final es la del alimento, o sea de
la vida. El Señor da el alimento para la
vida que debemos vivir y para la cual no nos hace faltar nada “En efecto, a los
que Dios conoció de antemano, los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo,
para que él fuera el Primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó,
también los llamó; y a los que llamó, también los justificó; y a los que
justificó, también los glorificó.” (Rom 8,29-30)
P. Marko Ivan Rupnik
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