El nacimiento de Juan Bautista es el inicio de una
nueva época espiritual. Nace aquel que
es llamado para señalar al Mesías.
Zacarías, su padre, con su nombre ya indicaba que Dios se acuerda, su
hijo, ya con el nombre indicará un Dios que da la gracia. Inicia la época de la gracia. Juan evangelista dice al comienzo de su
Evangelio: “La ley se nos dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad por
medio de Jesucristo” (Jn 1,17)
Zacarías estuvo encerrado en el silencio porque no
había creído en la fidelidad de la Palabra de Dios. La memoria ha sido superada por la duda. Sólo
cuando escribió sobre la tablilla: “Juan es su nombre” se le suelta le lengua
para alabar a Dios que crea y da la gracia.
De hecho, su hijo que nació debido a una clara intervención de Dios,
cuando era visible que no podía ser obra del hombre, sino verdadero don de
Dios, crecerá íntegramente con Cristo, don del Padre.
Juan mismo será un gesto que indicará a los hombres el
Salvador. Zacarías oficiaba en el templo
como sacerdote de una alianza que ya será declarada anticuada, o sea próxima a
desaparecer (Cfr. Hebr 8,13). Su hijo señalará
Aquel que será el sacerdote de un nuevo sacerdocio, el de la voluntad (Cfr.
Hebr 10). Zacarías atendía un servicio que era un esbozo y una sombra de las
realidades celestes (Cfr. Hebr 8,5) mientras su hijo ya se encuentra a sí mismo
unido en una relación que hará visible el sentido de su misma existencia,
manifestar a Cristo, el nuevo sumo sacerdote de la nueva alianza, la
definitiva.
El nacimiento de Juan es una imagen extraordinaria de
lo que consiste la existencia del hombre, su vocación. Berdjiaev desarrolla una grandiosa visión de
la persona como existencia dialógica, como respuesta a la llamada: Dios crea al
hombre dirigiéndole la Palabra y el hombre encuentra el sentido de su
existencia en responderle. Esta visión
la encontramos esbozada ya en San Gregorio Nacianceno. Pero esta realización de la propia existencia
como respuesta a Dios que es Padre se realiza sólo en Jesucristo, que es
Hijo. Nosotros solamente participamos de
su humanidad cuando respondemos al Padre como hijos.
Juan hace ver que Dios llama ya desde el seno
materno. El sentido de nuestra
existencia es señalar el Hijo, revelar el Hijo.
Juan el Bautista inmediatamente llega a ser la imagen del camino
espiritual del hombre. Si pensamos que ya en el cuarto siglo en el desierto de
Judea había diez mil monjes esto nos dice claramente que la fama de Juan había
llegado a ser muy grande. Era más popular que la misma Madre de Jesús, pero es
justamente con ella que el Bautista formará la pareja de la deesis in toda la iconografía cristiana.
Los dos que han recibido la gracia necesaria para poder cumplir con su
vocación. Ellos son como los prototipos de nuestra existencia y dan testimonio
de que el conocimiento de Cristo, este reconocimiento de la venida de Cristo
siempre encuentra un espacio donde la voz del Padre encuentra correspondencia
en otras voces. San Cirilo de Jerusalén
dice que hay una larga lista de testigos de Cristo. “Da testimonio el Padre desde
el cielo con respecto al Hijo, da testimonio el Espíritu Santo bajando como
paloma, da testimonio el arcángel Gabriel que lleva el anuncio a María, da
testimonio la Virgen Theotokos, da
testimonio el bendito lugar del pesebre, da testimonio el Egipto que recibió al
Señor siendo niño, da testimonio Simeón que lo recibió en sus brazos y también
la profetisa Ana, que llevaba una vida ascética. Da testimonio Juan el más grande de los
profetas, entre los ríos da testimonio el río Jordán, entre los mares, el mar
de Tiberíades…”
La lista de los hombres se prolonga con la lista
también de los lugares, porque el cosmos da testimonio de la venida de Cristo
porque con la encarnación se nos da la clave de lectura de todo lo que existe. Esto es lo que Juan reconoce, revela desde el
vientre de su madre y vive en sus años en el desierto. En el encuentro de María con Isabel se
reconocieron y han hablado los dos hombres interiores. Juan y Cristo, verdadero
hombre y verdadero Dios. Juan fue guiado
por la mano de Dios desde el seno materno porque “de verdad la mano del Señor
estaba con él”.
P. Marko Ivan
Rupnik
No hay comentarios:
Publicar un comentario