viernes, 22 de junio de 2018

Nacimiento de San Juan Bautista


Nacimiento de Juan Bautista        Año B                       Lc 1,57.66.80

El nacimiento de Juan Bautista es el inicio de una nueva época espiritual.  Nace aquel que es llamado para señalar al Mesías.  Zacarías, su padre, con su nombre ya indicaba que Dios se acuerda, su hijo, ya con el nombre indicará un Dios que da la gracia.  Inicia la época de la gracia.  Juan evangelista dice al comienzo de su Evangelio: “La ley se nos dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad por medio de Jesucristo” (Jn 1,17)
Zacarías estuvo encerrado en el silencio porque no había creído en la fidelidad de la Palabra de Dios.  La memoria ha sido superada por la duda. Sólo cuando escribió sobre la tablilla: “Juan es su nombre” se le suelta le lengua para alabar a Dios que crea y da la gracia.  De hecho, su hijo que nació debido a una clara intervención de Dios, cuando era visible que no podía ser obra del hombre, sino verdadero don de Dios, crecerá íntegramente con Cristo, don del Padre.
Juan mismo será un gesto que indicará a los hombres el Salvador.  Zacarías oficiaba en el templo como sacerdote de una alianza que ya será declarada anticuada, o sea próxima a desaparecer (Cfr. Hebr 8,13).  Su hijo señalará Aquel que será el sacerdote de un nuevo sacerdocio, el de la voluntad (Cfr. Hebr 10). Zacarías atendía un servicio que era un esbozo y una sombra de las realidades celestes (Cfr. Hebr 8,5) mientras su hijo ya se encuentra a sí mismo unido en una relación que hará visible el sentido de su misma existencia, manifestar a Cristo, el nuevo sumo sacerdote de la nueva alianza, la definitiva.
El nacimiento de Juan es una imagen extraordinaria de lo que consiste la existencia del hombre, su vocación.  Berdjiaev desarrolla una grandiosa visión de la persona como existencia dialógica, como respuesta a la llamada: Dios crea al hombre dirigiéndole la Palabra y el hombre encuentra el sentido de su existencia en responderle.  Esta visión la encontramos esbozada ya en San Gregorio Nacianceno.  Pero esta realización de la propia existencia como respuesta a Dios que es Padre se realiza sólo en Jesucristo, que es Hijo.  Nosotros solamente participamos de su humanidad cuando respondemos al Padre como hijos.
Juan hace ver que Dios llama ya desde el seno materno.  El sentido de nuestra existencia es señalar el Hijo, revelar el Hijo.  Juan el Bautista inmediatamente llega a ser la imagen del camino espiritual del hombre. Si pensamos que ya en el cuarto siglo en el desierto de Judea había diez mil monjes esto nos dice claramente que la fama de Juan había llegado a ser muy grande. Era más popular que la misma Madre de Jesús, pero es justamente con ella que el Bautista formará la pareja de la deesis in toda la iconografía cristiana. Los dos que han recibido la gracia necesaria para poder cumplir con su vocación. Ellos son como los prototipos de nuestra existencia y dan testimonio de que el conocimiento de Cristo, este reconocimiento de la venida de Cristo siempre encuentra un espacio donde la voz del Padre encuentra correspondencia en otras voces.  San Cirilo de Jerusalén dice que hay una larga lista de testigos de Cristo. “Da testimonio el Padre desde el cielo con respecto al Hijo, da testimonio el Espíritu Santo bajando como paloma, da testimonio el arcángel Gabriel que lleva el anuncio a María, da testimonio la Virgen Theotokos, da testimonio el bendito lugar del pesebre, da testimonio el Egipto que recibió al Señor siendo niño, da testimonio Simeón que lo recibió en sus brazos y también la profetisa Ana, que llevaba una vida ascética.  Da testimonio Juan el más grande de los profetas, entre los ríos da testimonio el río Jordán, entre los mares, el mar de Tiberíades…”
La lista de los hombres se prolonga con la lista también de los lugares, porque el cosmos da testimonio de la venida de Cristo porque con la encarnación se nos da la clave de lectura de todo lo que existe.  Esto es lo que Juan reconoce, revela desde el vientre de su madre y vive en sus años en el desierto.  En el encuentro de María con Isabel se reconocieron y han hablado los dos hombres interiores. Juan y Cristo, verdadero hombre y verdadero Dios.  Juan fue guiado por la mano de Dios desde el seno materno porque “de verdad la mano del Señor estaba con él”.
P. Marko Ivan Rupnik
 

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