El evangelio de Marcos ya en el segundo capítulo, en el episodio del paralítico que es descolgado del techo hace ver que la cuestión es la curación física sino la salvación. La cuestión no es la muerte sino lo que la produce, o sea el pecado, hay que comenzar por la raíz, partir desde el perdón del pecado para ser readmitidos a la unión con Dios, después se da también la curación, pero no es absolutamente necesaria. Se hace visible el paso del pecado a la muerte y de la salvación a la curación. Se puede ser perdonados, admitidos a la unión con Dios como hijos, pero permanecer enfermos. En el episodio del paralítico Cristo muestra que al ser readmitidos a la unión con Dios se salva la entera vida del hombre, también su carne. En varios pasajes de los capítulos sucesivos se ve cómo en este juego de muerte ha caído también la religión que aislando y excluyendo todos los que son marcados por el pecado o por la muerte terminará condenando a muerte al mismo Cristo. ¿pero, para qué sirve una religión si no es para kla vida?
En el evangelio de hoy Cristo vuelve a su tierra en
el país de los paganos, donde ha comenzado la liberación del demonio. Su
regreso está marcado por la manifestación de una nueva realidad, o sea la
realidad de la fe, la realidad que se basa y se realiza en plenitud sólo en una
relación de confianza total en una persona concreta que es Jesús de Nazaret,
verdadero Dios y verdadero hombre. Es la relación lo constitutivo en la
existencia del hombre y por lo tanto salva toda la vida en su totalidad, dice
de dar de comer a la hija de Jairo y así hace ver que la vida que recibimos del
–y que nosotros en el Bautismo hemos recibido verdaderamente de Él- no es una
alternativa a la vida que hemos recibido de nuestros padres, sino que es una
vida que absorba a la otra salvándola. No puede evitar la muerte, pero en la
unión con Cristo esta muerte es un paso.
Es interesante porque en los dos ejemplos toma el número doce. La hemorroisa sufre desde hace doce años y
doce años tiene la niña: doce es el número de Israel, las doce tribus son la
plenitud del pueblo hebreo, de todo Israel. Las dos son llamadas hijas, una lo
es, la otra es llamada así cunado ha sido curada. Esta imagen de Israel dice que estamos
hablando de la hija de Sion, alcanzada de verdad por una herida mortal (Cfr.
Jer 14,17). Ningún médico logra curarla, más bien a causa de los médicos la
hemorroisa ha empeorado sin que sirviera de nada todo lo que tenía para
curarse.
Es la imagen del pueblo de Israel, la imagen de la
Alianza que ha llegado a una esclerosis religiosa tal que ya no es capaz de dar
vida. Que el jefe de la sinagoga esté perdiendo la hija indica que los jefes de
la religión no son capaces de salvar al pueblo, tienen a sus espaldas una
religión estéril, una religión que verdaderamente no sirve a la vida, sino que
lleva a la muerte. Basta recordar a qué marginación llevaban las prescripciones
del capítulo 15 del Levítico, sometiendo a la mujer, declarando impuro todo lo
que tocaba si ella estaba perdiendo sangre.
Por lo tanto, es necesario una fuerza que irrumpe
con fuerza, que rompe, que trasgrede, porque la religión y la fe no pueden
convivir.
La mujer con su gesto se arriesga a morir y Cristo
se arriesga de ser castigado porque ha tocado un muerto quedando a su vez
impuro. La mujer toca a Cristo y no podía tocarlo, Cristo toca a la niña y no
podía tocarla, hace falta una trasgresión frente a lo que la religión
prohíbe. En el fondo la cuestión es
siempre la de osar una ruptura, osar trasgredir la religión. La decadencia se
da en la dirección de llevar la fe al nivel de la cultura humana, a algo que el
hombre puede gestionar, a algo en el cual el hombre puede ser protagonista y
que inevitablemente abre a una cultura de muerte achatando aquella fe que era
la fuente viva. Se empieza con el
Espíritu y se termina con la carne (Cfr. Gal 3,3), con una serie de costumbres
y de prescripciones de cosas donde las mismas cosas llegan a ser más
importantes que el amor, que la persona y que la comunión, que la unión con
Cristo.
Cuando en el primer lugar no está la vida nueva en
Cristo, la vida del Cuerpo de Cristo que somos nosotros, entonces se comienza a
ver un proceso de esclerosis que nos lleva a una situación donde vencen las
cosas que son como esqueletos, no están vivas y formalismos de todas las
especies que no dejan experimentar la vida.
El evangelio de hoy abre la perspectiva entre una
relación salvífica, que salva también la carne, o una religión, o sea algo que
yo creo o me empeño en cumplir para salvarme pero que el final me sepulta a mí
y también a los otros alrededor de mí.
P. Marko Ivan Rupnik
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