Tercer Domingo Tiempo Ordinario B
Mc 1,14-20
Marcos comienza su evangelio diciendo “Inicio del Evangelio de Jesucristo
hijo de Dios” (Mc 1,1) y muy pocos versículos después dice que Cristo
proclamaba el “evangelio de Dios” (Mc 1,14), con lo que nos quiere decir que
Cristo es el Evangelio de Dios, es Él en persona.
En el Antiguo Testamento la palabra “evangelio” aparece en Isaías, cuando
anuncia la liberación a los exiliados en Mesopotamia y a los primeros
repatriados, se les anuncia el día de la liberación, el día grande del gozo de
su regreso a Jerusalén.
Por este motivo la buena nueva que Cristo anuncia tiene como marco la
liberación. Pero, ¿liberación de qué cosa?
De esa mentalidad de Torre de Babel que ha penetrado en la Alianza –y que
no es según la Alianza- por medio de la cual uno piensa poder conquistar a
Dios. Pero la novedad es que “el Reino
de Dios está cerca” (Mc 1,15), la palabra usada quiere decir que hay alguien
que se está acercando tanto como para poderlo tocar. Y es Cristo que está en
frente de ellos. Esta es la Buena
Noticia, el evangelio, Dios se ha hecho cercano. Dios se ha hecho hombre, es la
divino – humanidad de Cristo. Y dentro
de esta buena noticia hay otra más. Dios
no es como nos lo han enseñado. Esa
torre de Babel, ese malentendido grande sobre lo que Dios es verdaderamente y
la mentalidad por medio de la cual nosotros creemos que tenemos que hacer algo
para poder llegar allá, nos hace esclavos de una forma de pensar que nos mira
como protagonistas incluso de la relación con Dios, o sea esclavos de una
mentalidad típica de la ‘religión’ Por eso dice “los haré pescadores de
hombres” (Mc 1,17) aludiendo a Ezequiel 47, donde del Templo salen estos ríos
abundantes de peces, que los pescadores pescarán a lo largo de las orillas. Si los peces se pescaban en beneficio de los
pescadores, pescar hombres sacándolos del mar quiere decir salvarlos de la
muerte. Y Pedro sabrá muy bien qué quiere decir ser “pescado de las aguas”,
cuando será el mismo Señor a sacarlo de las aguas (Mt 14,28-32). Y es la liberación porque de este Templo no
saldrá ya nunca la vida. De hecho en
Marcos la primera acción del Salvador es un exorcismo en la sinagoga, en una
institución religiosa. (Cfr. Mc 1, 21-28).
En Juan Cristo prácticamente sustituye el Templo (Cfr. Jn 2,13-22), que
ya no tiene sentido. Por esto en el
mismo Evangelio (Cfr. Jn 10,4, el verbo griego es el mismo usado en el capítulo
2 en donde echa a los mercaderes), Él echará con fuerza a todas las ovejas del
Templo, de los atrios del templo, donde las tenían para el sacrificio, para
librarlas de esta opresión. Dios Padre
no pide a los hombres sacrificios (Cfr. Mt 12,7). Es verdaderamente un anuncio de la liberación
de este modo de comprender la religión porque no somos nosotros que hemos hecho
un sacrificio para unirnos con Dios, sino que es Él que ha mandado a su Hijo
(Cfr. Jn 3,16; 1 Jn 4, 10-11) y lo que nos pide es acoger su ofrenda (Cfr. Jn
1,12).
Parece que la acogida, que es verdaderamente expresión de la fe, sea
nuestra acción más difícil. Esta es la metanoia a la cual nos invita cuando
dice “Conviértanse”. No es el convertirse a Dios desde la nada, es un cambio de
mentalidad, porque el tiempo está cerca, no es posible seguir teniendo una
mentalidad que impide ver el don del Padre que es su mismo Hijo, siguiendo una
mentalidad por la cual se llega a excluirlo e incluso hasta a eliminarlo.
Metanoia quiere decir ir más allá del pensamiento habitual, convencional
y ver más, ver de una manera nueva, y por lo tanto no dejar perder lo nuevo por
un modo viejo de ver y pensar. No se trata de convertirse del ateísmo a ser
religioso, sino de ser religioso a ser creyente.
Cambien la mentalidad, o sea crean, confíen en Dios. Confíen, ha llegado la hora, está aquí cerca,
¡Confíen! Es inútil que insistan en las mismas cosas de siempre.
Esta es la torre de Babel, esta es una religión en decadencia, esta es la
alianza traicionada, es exactamente esto que hay que vencer. Ir más allá, para
ver que Dios viene a nuestro encuentro. “El tiempo se ha cumplido y el Reino de
Dios está cerca” (Mc 1,15). O sea el kronos ha terminado, ha llegado el kairós,
el tiempo propicio. Es el tiempo en que al Esposo del Cantar de los Cantares,
cada cosa, o sea todo, le recuerda la amada.
Este es el Kairós, todo está lleno de la presencia de lo que se espera.
Si no esperamos nada y nos preocupamos sólo de lo que tenemos que hacer,
el tiempo no nos habla de Dios, sino que nos habla de nuestra tarea, esto no
nos sirve para llegar a ser los hijos en el Hijo del Padre. No se
llega a ser hijo de esta manera.
El kairós es el tiempo en el que se revela a qué estamos llamados, para
que esperemos este tiempo. Todo
está lleno de lo que se espera. Todo está lleno de la divino – humanidad de Cristo. Es por esto que el
llamado no puede ser vivido nunca como individualismo, sino en la Iglesia, en
el tiempo y en la historia: , estamos llamados a la comunión con su Hijo
Jesucristo, nuestro Señor. (Cfr. 1 Cor 1,9).
P. Marko Ivan Rupnik
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