martes, 6 de febrero de 2018

Cuarto Domingo

Cuarto Domingo del Tiempo Ordinario - Año B  

 Mc 1,21-28

Cristo ha llamado sus primeros discípulos y hoy comienza su misión de Mesías. Es significativo que comience justamente desde la sinagoga, el lugar sagrado, privilegiado de la religión judía porque hay allí dentro un demonio, pero de tal manera solamente insinuado, que nadie se da cuenta hasta que entra Jesús.
Es un espíritu impuro que habita los lugares de la muerte, tiene que ver con la muerte porque es un espíritu de desconfianza, espíritu de separación, de incompatibilidad.  Así como también Moisés hace una lista de las cosas impuras, o sea de las cosas separadas en su interior que Moisés no ha podido entender como unirlas (por ejemplo el cerdo es impuro porque tiene pezuña como la vaca, pero no rumia)
Este espíritu está dentro de la sinagoga y la palabra plural que usa el evangelista explicita que hablaba en nombre de una mentalidad que en el interior de la sinagoga se hallaba difundida, compartida por muchos (Cfr. Mc 1,24).  Como sabemos los escribas predicaban pero el espíritu impuro no era mencionado.  Ellos enseñaban con una serie de citas de rabinos anteriores, partiendo de algunas citas de la Palabra, de la Ley o de los Profetas, de esta manera demostraban que hablaban con autoridad, porque tenían un gran bagaje de conocimientos.  La conclusión era que a partir de esta claridad de la enseñanza el pueblo debía poner en práctica todo lo que había oído.  Cristo se enoja con ellos porque ponen sobre la espalda de la gente pesos que no es posible llevar y que ellos de hecho no llevan. (Cfr. Mt 23,4: Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas
Este es el espíritu impuro, se  basa sobre el hecho de que el hombre está separado de Dios y le hace creer que él mismo con sus propias fuerzas que puede superar esa separación con lo que le es enseñado y así puede llegar a Dios, a la relación con Dios, a la unión con Él.
Y este es el demonio que Cristo va a echar fuera. La misión del Mesías no comienza en los lugares ‘clásicos’ de los pecadores sino desde la religión misma.  Esta tiene que ser purificada, exorcizada. Serán en verdad los jefes religiosos, los sacerdotes y los expertos o sea los escribas que no lo aceptarán, más bien lo rehusarán y lo llevarán a la muerte. Lo peor que le puede pasar al hombre es encontrarse en una estructura religiosa donde se pueda vivir según el espíritu impuro, o sea según una religión que expresa este ‘espíritu’, donde tú, cada uno es el epicentro de todo ese esfuerzo que tengo que realizar para superar el abismo que separa el hombre de Dios.
Por lo tanto Cristo toma inmediatamente distancia de la sinagoga, entra en la sinagoga “de ellos” (Cfr. Mc 1,23) y Marcos subraya que inmediatamente, y usa una palabra que utiliza con frecuencia, “enseguida” Jesús comenzó a enseñar enseguida, para hacer ver que no participa en la ceremonia religiosa de ellos. (Cfr. Mc 1,21).
Jesús enseña de una manera diferente y habla con autoridad, porque este espíritu, del cual nadie hasta ahora se había dado cuenta, se hace notar (Cfr. Mc 1,22).  La autoridad en el horizonte judío era Moisés, la que le venía dada por su relación totalmente única con Dios que autorizaba su palabra porque estaba acompañada de la obra que había aprendido de Dios mismo en esa relación única que tenía con Dios y que él tenía muy en cuenta.
Ahora viene el Hijo del Padre, que no dice nada y no hace nada, “sino lo que ve hacer al Padre” (Cfr. Jn 5,19; 5,39: 12,50; 14,10).  La comunión con el Padre es su autoridad. Él no habla por sí mismo, así también el Espíritu Santo dice toda la verdad justamente porque no habla por su cuenta (Cfr. Jn 16,13).  Es la relación de amor que es testimonio de la verdad (Cfr. Jn 8,14).  La comunión perfecta con el Padre, uno en el otro (Cfr. Jn 14,9). Esta es la vida que está en el origen, es la fuente.  Lo que dice se ve, lo que dice se puede tocar, lo que se dice se gusta, porque es una comunicación de vida y no es simplemente un pensamiento (Cfr. 1 Jn 1, 1-4).  Esta enseñanza regenera al hombre porque crea la comunión con Dios y con los otros y esto llena el corazón del gozo según Dios.  Este es el verdadero sentido de toda acción de la evangelización.
Cristo vino a extender sobre nosotros esta relación filial con el Padre.  Está claro que nadie puede llegar a ser hijo si no es generado. Y la enseñanza de los escribas no ha generado a nadie, no daba la vida, sólo llevaba a la obligación de realizar la obra prescrita, de esta manera este esfuerzo produce sólo una frustración perenne que de hecho tiene que ver con la muerte, por lo tanto es obra del espíritu impuro.
El hecho de que Marcos coloque este acontecimiento en la sinagoga al comienzo del evangelio nos pone en guardia sobre un peligro constante para los discípulos de Cristo, esto es enfrentar el mal de una manera equivocada; o sea transformar la obra de la redención según el espíritu impuro.  Así como ha decaído la alianza antigua, de la misma manera también puede decaer la alianza nueva.
Es en la liturgia que aprendemos una vida donde la comunión es la fuente y no sólo la meta, no solamente deseada, sino realizada. Ahí vemos a Cristo como es verdaderamente, Palabra realizada.
La autoridad de Cristo en la sinagoga era justamente lo que es el sacramento, la realización plena de la Palabra, de la materia del mundo, de la historia, porque es manifestación de la vida del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo. Se escucha la Palabra, se la explica y después se la come y bebe como Palabra encarnada y realizada en perfección plena.  Esto hace el sacramento de la eucaristía.
Hay que estar atentos para no reducir la fe sólo a una enseñanza estéril del saber que después hay que poner en práctica. Esta es la trampa, el espíritu impuro bien lo sabe, conoce muy bien a Cristo, tiene una óptima cristología pero su saber no consiste en la relación y en la comunión con Cristo.  Esto es lo que marca la diferencia como también para Pablo (CFR. Rom 1,21: "porque, habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios ni le dieron gracias, antes bien se ofuscaron en sus razonamientos y su insensato corazón se entenebreció”

P. Marko Ivan Rupnik

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