martes, 6 de febrero de 2018

Tercer Domingo

Tercer Domingo Tiempo Ordinario B                                                                             Mc 1,14-20


Marcos comienza su evangelio diciendo “Inicio del Evangelio de Jesucristo hijo de Dios” (Mc 1,1) y muy pocos versículos después dice que Cristo proclamaba el “evangelio de Dios” (Mc 1,14), con lo que nos quiere decir que Cristo es el Evangelio de Dios, es Él en persona.
En el Antiguo Testamento la palabra “evangelio” aparece en Isaías, cuando anuncia la liberación a los exiliados en Mesopotamia y a los primeros repatriados, se les anuncia el día de la liberación, el día grande del gozo de su regreso a Jerusalén.
Por este motivo la buena nueva que Cristo anuncia tiene como marco la liberación.  Pero, ¿liberación de qué cosa?
De esa mentalidad de Torre de Babel que ha penetrado en la Alianza –y que no es según la Alianza- por medio de la cual uno piensa poder conquistar a Dios.  Pero la novedad es que “el Reino de Dios está cerca” (Mc 1,15), la palabra usada quiere decir que hay alguien que se está acercando tanto como para poderlo tocar. Y es Cristo que está en frente de ellos.  Esta es la Buena Noticia, el evangelio, Dios se ha hecho cercano. Dios se ha hecho hombre, es la divino – humanidad de Cristo.  Y dentro de esta buena noticia hay otra más.  Dios no es como nos lo han enseñado.  Esa torre de Babel, ese malentendido grande sobre lo que Dios es verdaderamente y la mentalidad por medio de la cual nosotros creemos que tenemos que hacer algo para poder llegar allá, nos hace esclavos de una forma de pensar que nos mira como protagonistas incluso de la relación con Dios, o sea esclavos de una mentalidad típica de la ‘religión’ Por eso dice “los haré pescadores de hombres” (Mc 1,17) aludiendo a Ezequiel 47, donde del Templo salen estos ríos abundantes de peces, que los pescadores pescarán a lo largo de las orillas.  Si los peces se pescaban en beneficio de los pescadores, pescar hombres sacándolos del mar quiere decir salvarlos de la muerte. Y Pedro sabrá muy bien qué quiere decir ser “pescado de las aguas”, cuando será el mismo Señor a sacarlo de las aguas (Mt 14,28-32).  Y es la liberación porque de este Templo no saldrá ya nunca la vida.  De hecho en Marcos la primera acción del Salvador es un exorcismo en la sinagoga, en una institución religiosa. (Cfr. Mc 1, 21-28).
En Juan Cristo prácticamente sustituye el Templo (Cfr. Jn 2,13-22), que ya no tiene sentido.  Por esto en el mismo Evangelio (Cfr. Jn 10,4, el verbo griego es el mismo usado en el capítulo 2 en donde echa a los mercaderes), Él echará con fuerza a todas las ovejas del Templo, de los atrios del templo, donde las tenían para el sacrificio, para librarlas de esta opresión.  Dios Padre no pide a los hombres sacrificios (Cfr. Mt 12,7).  Es verdaderamente un anuncio de la liberación de este modo de comprender la religión porque no somos nosotros que hemos hecho un sacrificio para unirnos con Dios, sino que es Él que ha mandado a su Hijo (Cfr. Jn 3,16; 1 Jn 4, 10-11) y lo que nos pide es acoger su ofrenda (Cfr. Jn 1,12).
Parece que la acogida, que es verdaderamente expresión de la fe, sea nuestra acción más difícil. Esta es la metanoia a la cual nos invita cuando dice “Conviértanse”. No es el convertirse a Dios desde la nada, es un cambio de mentalidad, porque el tiempo está cerca, no es posible seguir teniendo una mentalidad que impide ver el don del Padre que es su mismo Hijo, siguiendo una mentalidad por la cual se llega a excluirlo e incluso hasta a eliminarlo.
Metanoia quiere decir ir más allá del pensamiento habitual, convencional y ver más, ver de una manera nueva, y por lo tanto no dejar perder lo nuevo por un modo viejo de ver y pensar. No se trata de convertirse del ateísmo a ser religioso, sino de ser religioso a ser creyente.
Cambien la mentalidad, o sea crean, confíen en Dios.  Confíen, ha llegado la hora, está aquí cerca, ¡Confíen! Es inútil que insistan en las mismas cosas de siempre.
Esta es la torre de Babel, esta es una religión en decadencia, esta es la alianza traicionada, es exactamente esto que hay que vencer. Ir más allá, para ver que Dios viene a nuestro encuentro. “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca” (Mc 1,15). O sea el kronos ha terminado, ha llegado el kairós, el tiempo propicio. Es el tiempo en que al Esposo del Cantar de los Cantares, cada cosa, o sea todo, le recuerda la amada.  Este es el Kairós, todo está lleno de la presencia de lo que se espera.
Si no esperamos nada y nos preocupamos sólo de lo que tenemos que hacer, el tiempo no nos habla de Dios, sino que nos habla de nuestra tarea, esto no nos sirve para llegar a ser los hijos en el Hijo del Padre.  No se llega a ser hijo de esta manera.
El kairós es el tiempo en el que se revela a qué estamos llamados, para que esperemos este tiempo. Todo está lleno de lo que se espera.  Todo está lleno de la divino – humanidad de Cristo. Es por esto que el llamado no puede ser vivido nunca como individualismo, sino en la Iglesia, en el tiempo y en la historia: , estamos llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo, nuestro Señor. (Cfr. 1 Cor 1,9).
P. Marko Ivan Rupnik


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