viernes, 9 de febrero de 2018

Sexto Domingo

Sexto domingo del Tiempo Ordinario     Año B                                                                     Mc 1,40-45

Un leproso era considerado prácticamente como un niño nacido muerto, dice el libro de los Números o el Segundo de los Reyes. En general la lepra era presentada como un castigo de la justicia de Dios, como consecuencia de un pecado que solamente semejante castigo podía satisfacer, y ese pecado podía haber sucedido hacía muchísimas generaciones.
Este leproso se acerca a Jesús poniendo en riesgo su vida, en vez de gritar, como prescribía la ley, que se alejaran de él porque es impuro, como estaba prescrito, él pide ser curado.  Por cierto que tiene la seguridad que si Jesús quiere puede sanarlo y que: “aunque seas un Señor poderoso, juzgas con moderación y nos gobiernas con mucha paciencia, porque eres libre de intervenir cuando quieras." (Sab 12,18).
Sabe muy bien por el Antiguo Testamento que cuando Dios extiende su diestra golpea, pero en su misericordia puede usar su brazo para purificarlo, aunque se encuentre fuera de la ley. Y Cristo responde: “Sí, lo quiero” (Mc 1,41). ¿Qué quiere Cristo? Que ninguno de estos pequeños se pierda, quiere atraerlos a todos hacia Él. Y después hace un gesto que de por sí no era necesario, porque Él ha sanado a menudo sólo con la palabra. Aquí lo toca, en una evidente provocación, ahora Él también ha quedado impuro. (Cfr. Lv 5).
Sin embargo Él lo toca porque la distancia que se había creado era absoluta (Cfr. 2 Re 5; Lv 13,45) y el hecho de tocarlo lo hace a Él condenado por la ley, y es verdad que Él ha venido a rescatarnos de la ley (Cfr. Gal 4,5) y tendrá que morir (Cfr. Jn 19,7).  Jesús se ha puesto en el lugar del pecador, se lo encuentra en lugares desiertos, lejos de la gente, como hacen los leprosos y sin embargo todos se llegan a Él en el lugar del pecado, donde están los pecadores.  Pero cuando Cristo se pone en el lugar del pecado y del pecador atrae a todos hacia Sí: “Cuando sea levantado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí” (Jn 12,32). A Él que no conoció pecado Dios lo trató como pecado a favor nuestro para que nosotros pudiéramos llegar a ser por medio de él justicia de Dios (Cfr. 2 Cor 5,21).   Un vuelco total, no es el pecador que con su enfermedad satisface la justicia de Dios, sino es que Dios mismo que asume el pecado del hombre y su condición pecadora para unirlo a Él.
Envía al leproso a testimoniar ante los sacerdotes (Cfr. Mc 1,44) ante todo porque como tales deberían deducir que así como la lepra sólo la puede curar Dios, entonces Cristo, que lo ha sanado es Dios, y después para decir que Dios no es ni de lejos como ellos enseñan.  Dios no carga pesos sobre los hombros de nadie para hacerlos estar peor de cómo cada uno está.
El leproso pide la purificación, o sea pide ser admitido a la presencia de Dios, de ser sanado o que le sea quitado el pecado que es el origen del desastre en el cual se encuentra viviendo según la concepción religiosa que ellos tenían. Y no puede callar, Cristo le pide de no decirlo a nadie porque sabe que no comprenderán o mal interpretarán el hecho tomándolo por un taumaturgo, pero el leproso en este caso no puede no proclamar el mensaje del acontecimiento que ha sucedido. El leproso no puede dejar de decir que Dios actúa, sobre quien es frágil, débil, excluido, sobre él es que se posa un amor pasional, visceral de Dios, o sea que este es el mensaje: Dios está cerca de todos los que están mal, no sólo que está cerca, sino que tiene un amor pasional, visceral, como el de una madre que se conmueve por el mal que puede padecer el hijo.
Y como Él es el Hijo de Dios hecho hombre, a todos los que lo desean Él los acoge como si fuese una fuerza, como un imán, que los atrae. En la acogida del pecado es la divinidad que acoge la humanidad herida, que está dañada como un leproso, pero está deseosa de ser curada. Es la humanidad misma que no tiene que estar ya sana para acercarse a Cristo sino que desea que el Señor la acoja, y que desea poder acogerlo. Es simplemente una invocación, nosotros estamos bajo esta lluvia del amor pasional de Dios.

En todo el Evangelio los que piensan que todo lo pueden hacer solos son los que se oponen a Cristo y en todo el Evangelio Cristo está rodeado de los que no pueden y admiten que no pueden nada y están tirados, es entonces un dar vuelta criterios desde el comienzo del evangelio de Marcos que nos hace ver que el Reino de Dios está cerca                        P. Marko Ivan Rupnik


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